Si medimos los términos utilizados por los medios de comunicación en el campo de la actualidad, durante los últimos días la palabra Constitución es tendencia en boca de políticos e informadores. Dícese del texto codificado de carácter jurídico - político, fruto de un poder constituyente y añadiría también, motivo recurrente para tirarse los trastos a la cabeza entre aquellos que nos representan, los haters y los pro-Carta Magna cuarentona. Nací poco después del 78, no he conocido otra y siendo consciente de lo complicado que fue su parto, la valoro y a la vez que pienso que el tiempo pasa, para las constituciones también. Las normas deben evolucionar junto a la sociedad a la que protegen y unos cuantos retoques harían lucir mejor a la ley de leyes.
Todo es cuestión de hablarlo, lo que pasa es que esta no es la especialidad de nuestra clase política a la que demasiadas veces se le olvida para lo que están: dialogar o derribar, esa es la cuestión. Al respecto, periodísticamente, los domingos toca lección periodística y la del último «Salvados» resultó una vez más magistral. Todo empezó con una conversación en catalán con dos personas distantes en opinión, semejantes en relevancia profesional. Las palabras que intercambiaron Jordi Évole y Carlos Herrera alrededor del auge de la extrema derecha, fueron un ejemplo televisado de lo que debería ser: compartir pensamientos sin los cansinos y tediosos prejuicios que tanto abundan del tipo «este es un izquierdoso», «el otro es un facha» € Es el eterno Barça - Madrid que caracteriza la ideología a pie de calle y de escaño, el mismo que lo inmoviliza todo con camino a ninguna parte€ Compartir siempre es mejor, de hecho no hay otra forma€
