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Martí

Ingenios culturetas

Existe una burda tendencia a considerar a Vicent Blasco Ibáñez amortizado. Suele darse entre culturetas poco leídos. Aquellos que han oído en algún sitio de efluvios nocturnos lo que pensaba Joan Fuster del autor de La barraca, sin contextualizar más. Cierto que el pensador de Sueca despreció a Blasco por escribir en castellano tras poner en cuestión también su calidad creativa, pero los que condenaron al ostracismo al famoso novelista fueron esos profesores universitarios que bajo el pretexto de ser apóstoles de las tesis fusterianas solo han sido continuadores del pensamiento conservador de Teodor Llorente, marginando al mismo tiempo a ese blasquismo que optó claramente por Constantí Llombart el ala progresista de la Renaixença. En cualquier caso, además de la producción literaria de Blasco (ahora genialmente recuperada en valenciano por la editorial Austrohongaresa de Vapors), la personalidad del personaje, su influencia social, su capacidad de movilización política y su trayectoria periodista, ya la querrían tener algunos de esos que andan trapicheando con la memoria del político anticlerical. Blasco, de origen aragonés, aprendió la lengua autóctona del país en Lo Rat Penat y algunos de sus primeros textos fueron en valenciano, pero cuando la histórica entidad cayó en manos del clericalismo huyó, como tantos otros.

Su republicanismo militante fue la excusa del vacío que el franquismo (también el sociológico) utilizó para desprestigiar a Blasco. Se quedó en terreno de nadie, sin embargo aún hay poso blasquista en la sociedad valenciana. Espero que nadie ponga en duda que Blasco Ibáñez sigue siendo una de las personalidades valencianas más relevantes. Con una vida rebelde y apasionante, reconocido internacionalmente en Estados Unidos, Argentina y Francia. Y uno de los pocos que conquistó Hollywood con el éxito de Los cuatro jinetes de la Apocalipsis.

Que su legado acabe en un conflicto judicial supone un fracaso colectivo de primera magnitud, otra pésima gestión botánica, pero sobre todo un desprecio a los herederos de esos miles de valencianos que admiraron a Blasco.

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