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Julio Monreal

Lo posible y lo probable

De nuevo en los centros de decisión de la política valenciana hay ruido de elecciones autonómicas anticipadas. Desde que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunció que el 28 de abril tocaría votar para elegir a los diputados y senadores de las Cortes Generales ha cobrado fuerza y volumen la posibilidad de que el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, adelante los comicios autonómicos previstos para el 26 de mayo a la misma fecha elegida por Sánchez. Así, el último domingo de mayo se abrirían las urnas, pero solo para elegir alcaldes, concejales y eurodiputados.

El líder socialista valenciano se hace el interesante y a la pregunta de si adelantará las elecciones a las Corts responde que el cargo que ostenta tiene la prerrogativa de disolver la Cámara autonómica y convocar comicios y que está muy satisfecho de que así sea porque le da la facultad de establecer un calendario propio y subrayar la singularidad valenciana sin crear problemas a España como proyecto común (federal, por supuesto). «Posible pero no probable», resume en su contestación a la preguntita.

En su entorno, la postura mayoritaria es adelantar las votaciones autonómicas y hacerlas coincidir con las generales. La principal ventaja de esta vía, según el análisis que no deja de propagar un destacado dirigente socialista con 6.730 seguidores en Twitter, está en que el PSPV-PSOE obtendría un mejor resultado en abril que en mayo, fruto de la movilización a la que se está invitando a la izquierda social para frenar el paso al «trifachito», como llaman los socialistas al frente PP-C's-Vox. Según ese análisis, la mayor afluencia a las urnas será en la primera convocatoria, la de abril, y los socialistas valencianos pueden beneficiarse de esa ola, en la que funcionará el voto útil, y cosechar un mejor resultado que en mayo, aunque siempre obtienen un porcentaje de voto inferior a la media nacional por la presencia del factor local de Compromís.

Anticipar las elecciones autonómicas también tiene problemas, como subrayan sus propios defensores. El principal consiste en que los socios en el Botànic, Compromís y Podemos, prefieren mantener esa convocatoria en el calendario previsto. La coalición nacionalista concentra sus esfuerzos en el ámbito territorial valenciano, aunque persiga la mayor visibilidad posible en Congreso y Senado. A los partidarios de convertir a Mónica Oltra en la próxima presidenta de la Generalitat les interesa la triple convocatoria por el efecto arrastre, dando por bueno eso que se dice de que el votante deposita la misma papeleta en las distintas urnas. Sin la coalición de hace cuatro años con los morados, Compromís espera su mejor resultado en las autonómicas el 26-M. En cambio, si éstas se unen a las generales, la campaña estará marcada por la agenda nacional, en la que la coalición pinta menos. Estrategas nacionalistas mantienen que una plataforma valenciana con Compromís, Podemos, EUPV, Pacma y otros partidos minoritarios podría alcanzar el 20 % del voto en las generales y quitar diputados a Vox. En caso contrario, dan por hecho que Podemos será última fuerza en Valencia y Compromís quedará última en Alicante y perderá el diputado por Castelló.

Por lo que respecta a Podemos, el mal resultado que se prevé para ellos en todas las convocatorias les convierte en protagonistas pasivos de la decisión. No ven argumentos de peso para adelantar las elecciones autonómicas, y no comprenden que Puig hable de valencianizar el calendario y el debate electoral y al mismo tiempo se sume al tren de Pedro Sánchez. En el cuartel general socialista creen, sin embargo, que el adelanto electoral puede beneficiar a los de Pablo Iglesias, o al menos reducir los daños. A diferencia de Compromís, el debate estatal le va bien a los morados, mejor que en el regional, en el que andan más diluidos. Y no es que los del puño y la rosa defiendan los intereses de los morados: trabajan para que la suma, tanto en el Congreso y en el Senado como en las Corts, sea más alta en la izquierda que en la derecha. Esa es la cuestión. Hasta el propio alcalde de València, Joan Ribó, opina que es más importante que la suma supere el 50 % por ciento del voto que el resultado de Compromís.

Así las cosas, Puig tiene la tormenta en su cabeza, en la soledad del líder. Puede que se haya arrepentido 25 veces de no haber celebrado las elecciones autonómicas en diciembre, pero no vio motivo suficiente para hacerlo. Tenía los presupuestos aprobados, estabilidad en el Govern del Botànic y una posición política centrada, en el punto en el que se consigue el título de primera fuerza política y se ganan las elecciones. Pero dejó pasar el tiempo confiado en que la legislatura nacional sería más larga. Ahora se enfrenta al dilema de subir a la Comunitat Valenciana al tren de las elecciones generales del 28-A, el domingo anterior a la fiesta de San Vicente Ferrer (puente festivo en buena parte de municipios), o dejar el calendario como está, con una singularidad valenciana abocada a diluirse en el debate sobre los pactos postselectorales en España. En caso de adelanto electoral, Puig estará estrenando por todo lo alto la reforma del Estatut recién aprobado en el Senado tras ocho años de trámite legislativo, aunque la facultad de disolver las Corts ya estaba en vigor antes. Sería tomar la iniciativa, ponerse al frente de su ejército territorial y jugarse sus cartas en la primera batalla, el 28 de abril. El PSOE está ahora en la cresta de la ola pero si Pedro Sánchez pierde las generales o las gana pero no logra formar Gobierno, la convocatoria múltiple del 26-M será catastrófica para la izquierda. Nadie se moviliza para votar a un perdedor.

Antes del día 5 de marzo, Ximo Puig ha de decidir. Tiene que tirar el penalti y ha de elegir entre emplear la técnica de la paradinha o darle al balón fuerte y esquinado. El presidente nunca ha jugado de forma oportunista ni electoralista; «no responde al alma de Ximo», comenta uno de sus fieles, pero aquí no está en juego la pureza del alma sino el interés de la sociedad a la que representa uno. El partido es importante, pero la Liga lo es más.

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