Una hippie y un visionario. Buen comienzo. ¿El delito? El más execrable: el asesinato de sus hijos, dos pequeñas criaturas inocentes (¡vaya expresión! Como si alguna naciera ya torcida...). Pronto los buscadores de tesoros más avezados encuentran la piedra filosofal que lo explica todo: la ‘perversa’ madre (a quién le importa un poquito más o menos de esquizofrenia, ¿verdad?; eso le quita ‘gracia’ a los titulares) formaba parte del akelarre aquel del 15M que osó apropiarse de las plazas de los pueblos patrimonio hasta entonces de las personas de bien. Ale, ya nos podíamos ir a dormir de nuevo a pierna suelta. Porque, claro, pararnos a pensar cómo puede ser que el ayuntamiento no interviniese ¡hace tres años! porque, atentos, «no estaban empadronados»; reflexionar cómo es que los que ahora se regodean recordando «a la extraña» pareja obsesionada con invasiones alienígenas y rebuscando en las basuras no alertaron a nadie; o analizar por qué no ha servido de nada el peregrinaje de la madre ante las administraciones para sacar a esos niños a tiempo de la casa, es tan irritante... Mejor no pensarlo, cierto; la imagen que devuelve el espejo es demasiado fea.
