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En la frontera

La primera vez que Bruce Springsteen entonó Independence day fue el 7 de julio del 78 en un concierto en el Roxy de Los Ángeles al que asistió la familia, padre incluído: «Bueno papá, vete a la cama ahora, se está haciendo tarde/No sé qué pasaba entre nosotros/No había sitio en esa casa para los dos/Supongo que somos demasiado parecidos/Así que dime adiós, es el día de la independencia/Es el día de mi libertad». Desde entonces, el de Nueva Jersey la ha interpretado en contadas ocasiones. Cuando lo ha hecho ha sido sentado al piano a media luz, el público con un nudo en la garganta y celebrando él aquel día de su independencia con los ojos humedecidos de todo un rockero que tira millas quebrándose por dentro.

Un extenso ramillete de consagrados hace acústicos en teatritos dentro de un monólogo en el que repasan la agotadora ruta sin dejar de estar presente el padre, una pila de años muertos. Uno de los vástagos artistas del folklorista norteamericano Loudon Wainwright III es Rufus del que Elton John dijo «es el mejor cantautor del planeta», que también se las ha tenido tiesas con el progenitor quien a su vez hubo que vérselas de crío con un señor que durante media vida fue de los columnistas más influyentes de Life, casi nada al aparato. De modo que, en su último espectáculo, el tercero de la saga entra al escenario a lomos de su guitarra sin cortarse un pelo: «Yo estoy vivo y él muerto/Y ninguno de los dos ganó/Se le fastidia al vencedor una vez conseguida la derrota/Un hombre se vuelve inmortal a través de su hija o su hijo/Y cuando teme su legado un hombre puede derrumbarse/La barba es un recordatorio de que soy parte viva de él/Aunque mi padre esté muerto y enterrado, soy su gemelo superviviente».

Celebré el día de mi independencia un año justo después del Roxy. Mis padres me acompañaron cien kilómetros y, al bajarse, vi por el retrovisor a aquel pedazo de hombre llorar manteniendo el porte. Nunca sentí ni de lejos rechazo por él y sí todo lo contrario. Seguramente algo falla en mí.

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