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El racismo desconoce las motivaciones de los procesos psíquicos

El tema del racismo es un problema verdaderamente complejo; no ahondaré en ello, hay gente mucho más acreditada a hablar de este asunto, asunto muy vigente y fundamental sin duda hoy.

Solo destacaré un aspecto de esta cuestión; que es: el odio a las diferencias. El odio a lo diferente suele aparecer porque uno teme en lo mas profundo de su ser, portar algo malo parecido o capaz de contagiarse de ese otro, algo extraño, extranjero y sospechoso, susceptible de hacernos daño.El odio a lo diferente, siempre implica un odio a lo que tememos encontrar en nosotros mismo, en el sentido que vemos en el otro, en la persona distinta, algo que desconocemos, que a la vez nos increpa y que por tanto puede convertirse en amenazante.Por ello ese sentimiento amenazante entendido a nivel psicológico, nos enseña que al tocar un punto desconocido para uno mismo, éste se convierte en siniestro, porque sentimos que eso ignorado no debería estar allí. Lo siniestro es lo extranjero, lo extraño; eso que se presenta como insoportable porque principalmente es enigmático para uno mismo, por tanto el mecanismo puesto en juego es intentar poner fuera, en el otro, en un supuesto «enemigo», la culpa de lo que nos ocurre.

Recomiendo un artículo escrito en el año 1919 por Sigmund Freud, Lo Siniestro, que es toda una enseñanza al respecto. Quienes niegan la vigencia de Freud, a pesar de los cambios en nuestra contemporaneidad, desconocen que siempre algo de lo más primario que habita al ser hablante se repite, y que como nos muestra la historia de la humanidad, en muchos casos va a peor. Por eso no es casual que él mismo, se tildara de pesimista respecto al destino de los hombres, donde auguraba que una obstinación a la pulsión de muerte, venía a arrasar lo que podría permitir un pizca de sensibilidad para con uno mismo y para con el semejante.

Tengo una hija, que ha estado trabajando con los migrantes. Ha sabido transitar y acompañar en este proceso de adaptación a muchos del los chavales menores que han venido desde lo más recóndito del planeta a intentar construir una vida mejor.

No es fácil, la subjetividad de estos niños- adolescentes es por lo general complicada; experiencias traumáticas han dejado grandes huellas, no solo en el cuerpo, sino en la mente. Una mente que no deja de resguardarse de un otro que en principio siempre resulta amenazador, no solo porque han habitado culturas diferentes sino porque frente a la pregunta «qué quieren de mí», ( interrogante formulado de diversas maneras por todo ser humano porque atañe a que lugar ocupamos en relación al amor de las personas fundamentales de nuestro entorno), hay un enigma, más bien rellenado con la violencia pasada; con la incomprensión que asoma con invariable frecuencia en este mundo.

Por eso es un largo el proceso, porque implica un trabajo a realizar con ellos, uno por uno, aparte de los procesos legales necesarios por los que deben atravesar. Es un trabajo de escucha, de ayudarles a tramitar opciones de vida diferentes; porque si nadie los escucha, si nadie resulta un referente para ellos, si nadie se da un tiempo para trabajar este proceso, más allá de alimentarlos, darles cobijo o incluirlos en el proceso educativo, elementos por supuesto fundamentales, hay algo que fracasa, que es una parte esencial de la condición de la subjetividad humana; la necesidad de una figura primordial que opere y oriente esta nueva vida.

Es la necesariedad de un referente, que sepa ir soltando las cuerdas para que este niño y o adolescente recupere la confianza en si mismo y en los demás. Con contundencia afirmo, que es el mejor remedio al odio y a la violencia que en muchas ocasiones llama a responder a estos chavales.

Una institución no es un referente, un referente debe ser una figura de carne y hueso; una institución no alcanza para contener estos aspectos emocionales. A veces incluso, fomenta más violencia. Por eso, se impone a mi entender, que estas instituciones deban contar con personal que asuma esta función, y por tanto lidiar con ello, en el sentido de hacer uso de la escucha, de dar un tiempo de trabajo de comprensión y orientación, para la mejor convivencia dentro del centro y también para operar, otorgando herramientas de seguridad hacia estos chavales ;y no por el contrario, como ocurre muchas veces, que se sienta la propia institución, amenazada y cuestionada por esa figura.

Al fin y al cabo, todas las personas, sean negras, blancas, judías, españolas o chinas, no están exentas de la pregunta sobre «qué quiere el otro de mí», por eso un psiquiatra y psicoanalista francés llamado Jacques Lacan decía; que en la base de toda personalidad, siempre encontramos la paranoia.

Es verdad, todos somos un poco paranoicos, pero debemos estar advertidos de que esa paranoia no tome la forma de delirio, porque cuando esto se precipita, sabemos que puede llevar a la más mortífera de las realidades, ya que vuelvo a repetir, la amenaza frente a la diferencia está en nosotros mismos. Destruyendo las diferencias, destruimos un poco de cada uno de nosotros y de lo que queda de humanidad.

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