Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Alfons García03

A vuelapluma

Alfons Garcia

En este mundo nuestro

En este mundo nuestro de cada día los golpes de Estado (los intentos, mejor dicho) ya no son lo que eran. Son juicios de valor, más que hechos consumados. Dependen del cristal con que se miren. Es aquello de la paja y la viga en ojo ajeno. Los mismos (la mayoría, que siempre habrá excepciones) que no se han cansado de llamar golpistas a los protagonistas del procés independentista catalán censuran que se califique ahora de golpe de Estado la acción liderada por Juan Guaidó y Leopoldo López esta semana en Venezuela. Y lo mismo a la inversa: quienes se han apresurado a denunciar el golpe en la república bolivariana de Chávez y Maduro (la mayoría, seguro) no llamarían golpistas a los políticos presos catalanes. En cambio, sí les llamarían presos políticos, condición que no le atribuirán a López. ¿Con qué nos quedamos?

En este mundo nuestro de cada día nos vemos en la obligación casi permanente de retratarnos, de posicionarnos. Me gusta el silencio, que no es cómplice, es sensato. Ni me gustan los egoístas independentistas ni los del 155 con la Constitución y la porra por delante. Ni me gusta el régimen de Maduro, que está lejos de merecer el nombre de democracia, donde creas un parlamento paralelo si pierdes unas elecciones, ni me convence la Operación Libertad si al final se reduce a lo de siempre: un alzamiento de los militares con Estados Unidos dándolo todo detrás.

En este mundo nuestro de cada día analizar es juzgar. Y observar desde el presente lleva casi siempre implícito el error del presentismo, que es juzgar en función del hoy, que obliga a una mirada parcial e incompleta, porque la realidad está pasada por el tamiz del ojo que mira. El concepto se suele utilizar sobre todo contra aquellos que cuestionan la Transición española a la vista de sus resultados de hoy, obviando las circunstancias y posibilidades del momento. Se cedieron y se ignoraron muchas cosas en el tránsito a la normalidad desde la dictadura franquista, pero aquel proceso fue lo que pudo ser en función de la alambicada situación del momento. Fue el ejercicio de sensatez que pudo ser. Lo trágico es que cuestiones aparcadas entonces como la recuperación de las víctimas de la dictadura sigan considerándose intocables 44 años después. Eso es simplemente una anomalía democrática y un lastre para el futuro. No ocurre en ningún país de Europa con un pasado fascista: todos han ordenado esa memoria.

En este mundo nuestro de cada día son los ciudadanos los que dan lecciones de sensatez desde las urnas. Si de algo me quedo de las elecciones del domingo pasado es con el mensaje lanzado por los votantes catalanes. Las dos opciones que han salido mejor paradas han sido las más moderadas en cada lado: en el mundo independentista, el pragmatismo de ERC progresa en detrimento de Puigdemont, Torra y los seguidores del cuanto peor, mejor; en el lado del constitucionalismo, triunfa la apuesta de los socialistas por el diálogo y la no confrontación. Ahora falta que entre ambos sean capaces de inventar algo desde la política auténtica y la sensatez. El tiempo los juzgará. El presente solo los examinará en las urnas.

Compartir el artículo

stats