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La excusa Vox ya no sirve

El buen sentido de muchos españoles ha mandado, al menos por cuatro años, a la irrelevancia parlamentaria a Vox y con ello, afortunadamente, a muchas millas de tocar poder. Con este desenlace, los partidos no independentistas no pueden llamarse a andana por más tiempo en lo que se refiere al mantenimiento o no del actual modelo territorial, sea con o sin reforma constitucional. La excusa Vox ya no sirve y los grupos políticos nada parecen tener pensado respecto al futuro del estado autonómico.

El martes Pedro Sánchez empalmando, gracias al resultado electoral del domingo, los diez meses de gobierno con los deberes de Bruselas mandó el Programa de Estabilidad 2019-2022, con una concreción clara muy de agradecer. Defendiendo el estado de bienestar aumenta los impuestos entre ellos muchos de los que legítimamente pretendía aprobar en 2018 y que no pudo sacar entonces. Los objetivos para el 2022 son realmente esperanzadores: eliminar el déficit y rebajar el paro por debajo del 10%. En esta pila de datos y de tablas Excel, el gran ausente es la reforma del sistema de financiación autonómica, una especie de fantasma que nadie sabe concretar. Ningún detalle sobre ella, cosa que a estas alturas supone una declaración de incapacidad, ya que sin más recursos presupuestarios y con las mismas o mayores competencias, con regiones camino de la independencia, no hay sistema autonómico que valga. Simplemente asistimos a otro episodio de patada hacia adelante, mejor dicho hacia la incongruencia. La frase que el gobierno usa para su mensaje a Europa es poco menos que indigna, «No se ha hecho por falta de estabilidad política que impedía los consensos necesarios».

Tras años de arrastrar el problema autonómico, recurrir al «Falta de consenso» es propio de políticos incapaces, amantes del lenguaje vacío como el exitoso pleonasmo redundante «Diálogo, diálogo, diálogo» ante la ruptura catalana. Pone los pelos de punta confirmar, tras una campaña de grandes descalificaciones, que no se sabe que propone realmente el PSOE y el resto de partidos para Cataluña, para Euskadi/Navarra y para lo que parece entienden como un homogéneo «Resto del Reino de España».

Otra expresión que ha usado reiteradamente en sus discursos el Presidente del Gobierno es «Profundizar en el autogobierno», un slogan que sólo puede estar dirigido a Cataluña y a los territorios forales ya que si estuviera destinado a todas las Comunidades Autónomas (CCAA) estaría propugnando una España federal, una solución que no tiene por qué ser rechazada, pero que en ningún caso puede surgir como argumento oportunista en una campaña electoral en la que Vox era el gran ogro.

A modo de argumento sobre la vaciedad intelectual que impera en Madrid, les sugiero que se imaginen durante los próximo días, también prelectorales, a dos personas que se han teñido de un cierto nivel de rigor, como son Ángel Gabilondo, el exministro hermano de Iñaki, candidato del PSOE e Iñigo Errejón, ex fuerza intelectual de Podemos, ahora al frente de Más Madrid, reclamando: ¡Profundizar en el Autogobierno de Madrid y sus alrededores! ¿Piensan ustedes que Madrid debe seguir siendo una de las CCAA? Traigo a colación a estos ilustres candidatos ya que los de otros candidatos son irrelevantes para el resto de españoles. En los mesurados discursos de los aludidos, incluidos los correspondientes a sus pasados cargos políticos, no he conseguido encontrar reflexión alguna sobre el actual estado basado en CCAA, una de las cuales pretenden gobernar.

Revisar de forma razonable el estado autonómico, tiene la pinta de ser un problema irresoluble. No resulta posible imaginar algún tipo de acuerdo en una reunión en la que tengan que decidir cosas trascendentes, el catalán Torra, el vasco Urkullun, el madrileño Gabilondo (también sirve Errejón), el valenciano Puig, el gallego Núñez Feijoo, la mallorquina Armengol, etc. Ante este pesimismo alguien recurrirá al «más difícil era en la Transición y se dio». No se engañen, esta vez, además de no aparecer ningún Suárez en la foto, la situación es diferente. Son otros tiempos, son otras esperanzas, son otras generosidades. Hoy el lenguaje falla, la semántica es distinta. La muerte de Franco clarificaba muchas cosas. Ahora se arroja a la basura de la historia a la propia transición.

El tiempo ha pasado, lo que era una provincia como Cantabria va camino de una nación, la deuda valenciana es inmensa y no va a reducirse. Oltra y Puig lo tienen asumido, nos endeudaremos hasta que nos den lo que nos corresponde. Tiene algo de reivindicación, pero también de chantaje al Estado, aunque nada de capacidad resolutoria.

Al igual que un día no muy lejano los jóvenes no querrán pagar las pensiones a jubilados como estos bilbaínos, que exigen a no se sabe quién, lo que sus nietos no consiguen trabajando, el Reino de España más o menos balcanizado le dirá al equipo del Botànic que se las apañe, ya que ha gastado lo que no tenía. Una generación de políticos valencianos, bien es cierto que unos directamente facinerosos y otros mucho más dignos, decidieron hacerse cargo de un gobierno que no tenía dinero para administrar aquello que se les había transferido y no tuvieron la gallardía de devolver estas transferencias. Creyeron que el Estado de las Autonomías con todas las apetencias propias de 17 estado-naciones podía funcionar con un gobierno central que recaudaba y luego reparte. La ficción se ha desmontado.

Han sido años en los que se ha trabajado con Presupuestos que se elaboraban con ingresos virtuales, puro fake, como si existiera una realidad alternativa. Si esta forma de proceder se hubiera dado en una organización mercantil, seguramente quien ha obrado de esta manera tendría problemas judiciales. Ciertamente el domingo los valencianos, con nuestro voto, justificamos estas conductas. Toda la legitimidad democrática para el Botànic, pero mucho temor para quienes desde la lejanía de la política, piensan que la actual organización autonómica de España ha devenido en poco menos que perversión.

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