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Teresa Domínguez

Con duende

Teresa Domínguez

No habrá paz sin margaritas blancas

Teresa es una adolescente de 16 años, al borde de los 17, hija de dos buenos amigos míos. Una chica más de esa generación Z que los miopes creen perdida entre Instagram, triunfitos y botellones. Teresa, como otros miles de estudiantes, ha participado este año en el certamen literario de la Fundación Sambori con un relato en valenciano. El tema es libre. Cada cual elige lo que mejor le place. Y ella optó por contar la historia de su familia. Eligió hablar en público del dolor, de la injusticia, de la humillación y hasta de la vergüenza que ha impregnado generación tras generación el asesinato del bisabuelo a manos de los franquistas en aquel aciago 1939, cuando llegó la victoria y no la paz. Han pasado 80 largos -a veces parecen tan cortos...- años y sobrecoge encontrar en la prosa de Teresa -brillante, por cierto; y justamente laureada en el concurso- un horror cercano y tan vivo pese al tiempo y los silencios impuestos que la primera reflexión es: ningún adolescente debería saber describir con tanta exactitud emocional algo que sucedió hace tanto. Leyéndola, regresas a la noche en que se llevaron al bisabuelo, escuchas el dolor de la madre, hueles el llanto de las niñas ajenas a un destino cruel, tocas su adolescencia robada, olfateas el hambre y los trabajos que sustituyeron a los juegos que nunca fueron. Odias a la déspota esposa de un vasallo cualquiera del régimen que aquél día se llevó por capricho la barra de pan pagada por otra mujer como la bisabuela de Teresa y que, no satisfecha con la humillación, provocó que un policía se la llevara detenida. El relato, sin más carga dramática que la que da la realidad que fue, es una de las mejores explicaciones, sin pretenderlo, al porqué de la memoria histórica: porque nadie ha reparado el daño, ni pedido perdón, ni permitido llevar margaritas blancas (ése es su título) a la tumba de ese bisabuelo y casi de ningún otro. Cuando una de aquellas niñas pregunta a la madre por qué esa mujer se había llevado la barra de pan, le contestan: «Porque puede». Y esa es la diferencia, que las Monasterio y las Díaz Ayuso ya no pueden. Ahora, ya no.

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