Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Alfons García03

A vuelapluma

Alfons Garcia

Entre hacer o dudar

La primera división de la humanidad es entre quienes descubren enseguida y en cada momento dónde está la verdad y los que dudan sobre los calcetines que ponerse cada mañana. Plantearse la disyuntiva ya dice dónde está uno. Miro sorprendido a un vecino que luce en el hombro un tatuaje con la palabra «Doubt» con las tres últimas letras tachadas en rojo. Hacer o dudar. Él lo debe tener claro. Me imagino a todos los de Vox con esa marca en la piel. Quizá sale por generación ideológica.

Los periodistas (y la ciudadanía) estamos ante una trampa mortal. Si callas ante la extrema derecha, eres cómplice. Si hablas, le das altavoz. Me gustaría tener las certezas de todos los que enjuician desde plácidos despachos académicos. O no, la verdad.

Solo puedo decir que desde el jueves tengo la sensación de que hay días en los que no vale literatura. Como tampoco caben subterfugios ya para PP y Ciudadanos. El mensaje es directo: ¿pueden ser capaces de llegar a acuerdos, de gobierno incluido, con quienes sostienen el discurso que la portavoz de Vox expandió el pasado jueves en las Corts? Hasta ahora podían tener avisos a través de declaraciones en prensa y de interpretaciones de periodistas. Ahora han visto y oído en persona el mensaje de la nueva extrema derecha europea. No vale esconder la cabeza. No vale argüir que se está demonizando a lo desconocido. No vale ya el jabón blanqueador de conciencias de que son la cara inversa de Podemos, con los que pactan PSOE y Compromís. Por mucho que Cantó acuse a Martínez Dalmau de «implantador del chavismo», entre el discurso de Ana Vega y el del previsible vicepresidente segundo de la Generalitat hay un trecho amplio donde caben pecados imperdonables en el siglo XXI como la intolerancia, la xenofobia, el etnocentrismo, el machismo y el sometimiento a los valores de una confesión religiosa. Por mucho que las bancadas de Cs y PP se alteraran por las referencias del de Podemos a las tres derechas y a la corrupción, es solo su último intento por sostener una simetría de mensajes radicales. Ya no se sostiene ese esquema. Ahora ya saben en sus carnes porque son una anomalía en Europa, porque Emmanuel Macron y Manuel Valls desprecia los juegos de poder con Vox.

Pactar con ellos será aceptar que existen «culturas incompatibles con la nuestra», como dijo la joven portavoz de la ultraderecha. Ese mensaje es la tarjeta del supremacismo que PP y Cs sí ven en el independentismo catalán, no sin falta de argumentos. Si impera el discurso de los más radicales, de los que ven «genocidios culturales» a uno y otro lado de la frontera, solo quedará la confrontación.

La incógnita es si nos acostumbraremos a la lluvia fina de este mensaje, a que vaya calando. Si el discurso que hoy deja un silencio de estupor será mañana normal. Si algo así no era lo que se vivió en los años 30 del siglo pasado y nos arrastró a la página más trágica de la historia. Entonces existía un expansionista bloque comunista. Hoy es un fantasma. El ancla ahora es el separatismo catalán y otros que puedan venir.

La izquierda puede seguir tirándose a la cabeza el adelanto electoral y embarcarse en luchas personalistas y batallas sucesorias. Ya ha visto que, incluso en un clima sin escándalos de gobierno y con el principal partido conservador en crisis, ha conservado el Consell por la mínima. Es lo que hay. Mientras decido el tipo de letra del tatuaje, me relamo al menos con un nuevo disco de Springsteen. No es el mejor, dicen, pero siempre es reencontrarse con aquellos maravillosos años. Hoy solo puedo esperar un día soleado.

Compartir el artículo

stats