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Falta o bona

R. Ventura-Melià

El órdago de Iglesias

Cuando llega la primera oleada de calor pensábamos que lo mejor sería dedicarnos a escribir sobre temas más agradecidos, como todos los veranos, bien sobre gustos y colores o sobre viajes. Pero la realidad en estos momentos pesa con su fuerza y nos empuja hacia un tobogán de pasiones desatadas por la pugna política, en la derecha y en la izquierda. La división y las fracturas internas parece que se recrudecen justo cuando necesitábamos diálogo y cautela. Así les va a unos y otros.

Si las deserciones en Ciudadanos ha sido un detonante de feria o la primera tempestad del verano recién inaugurado, la ruptura de Vox por los desplantes del PP y la indiferencia de su socio en ayuntamientos y autonomías, compromete el cierre de las dos operaciones de más calado en Madrid y la no menos importante de Murcia.

Pero ha sido la segunda cita de Pablo Iglesias con Pedro Sánchez en la Moncloa, el pasado martes, la que ha hecho saltar las alarmas.

Los de ambos equipos ya habían estado marcando el terreno, con su propuesta de «gobierno de colaboración», eso sí como socio programático prioritario en las Cortes, y los podemitas apretando con la propuesta que hicieron desde el día después de las elecciones generales: gobierno de coalición. Y tras el encuentro «cordial» dicen y con voluntad de seguir negociando una base común, Iglesias ha avanzado que «no descarta votar en contra de la investidura de Sánchez». Vale decir que mantiene su órdago, un todo o nada. Sigue postulándose como vicepresidente y apunta a tres ministerios, según la proporcionalidad de sus escaños en las Cortes. Lo remarca con modestia.

Y el resultado es que el presidente de Gobierno en funciones ha avisado que irá a la investidura a comienzos de julio, aunque no tenga seguros los apoyos necesarios, ni para la primera de las votaciones(necesitaría mayoría absoluta) ni para la segunda (más síes que noes). Lo que abocaría a una investidura fallida y a que comenzará a contar el reloj y si no hay cambio de línea, en 50 días, convocatoria de elecciones (superadelantadas, así las califican algunos comentaristas). Como dijo el miembro de Ciudadanos que ha dimitido de la ejecutiva, «el precio para España es demasiado alto». Él se refería a la posición de Albert Rivera de negarse a negociar con los socialistas (no quiso ir a un segundo encuentro en la Moncloa). No piensa cambiar de táctica y abstenerse.

Y del lado de Podemos de encastillarse, votarían con PP, Ciudadanos y Voz y CC un no a Sánchez (ya tienen antecedentes, porque es lo que votaron cuando se presentó con un pacto con Ciudadanos para evitar la repetición electoral ya que Mariano Rajoy no veía los números claros para postularse como presidente de Gobierno y dejaba pasar el tiempo). Ya entonces Iñigo Errejón reconoció que se habían equivocado y que tendrían que haberse mostrado más generosos y haberse abstenido para desalojar hace cuatro años al PP.

Las consecuencias de este órdago anunciado ayer y que muestra que Iglesias no se mueve nos llevaría a unas próximas elecciones. Y dudosamente conseguiría luego una posición de fuerza para negociar así. Una encuesta reciente indica que solamente los socialistas podrían subir un poco y que los otros bajarían… Se habría perdido una ocasión histórica.

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