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Picatostes

Yo sé que este verano te vas a enamorar

Ando estos días un poco desbarajustado, entre el Primer Motín de Ciudadanos de la historia de España y la llegada de la primera gran ola de calor del verano que ya está aquí, que no consigo centrarme -como le pasa a Albert Rivera de un tiempo a esta parte- y solo acierto a atiborrarme de gazpacho andaluz como dieta de supervivencia ante el próximo día del juicio solar. Sólo me faltaba, para alimentar mi estado de excepción, emocional y físico, el gran fichaje del verano o Carolina Punset vuelve siempre con nosotros gracias a la generosidad de la Generalitat que ha decidido rescatarla de la nave del olvido para que lleve el nombre de València y su Comunidad por esos mundos de Dios. La asesora Punset se unirá asi a otros nombres que han prodigado las excelencias de las tierras valencianas urbi et orbi: José Iturbi, Concha Piquer, Julio Iglesias o el pianista chino Lang Lang -nunca conseguiré tomarme en serio su nombre- propuesto para acompañar musicalmente las excelencias autóctonas.

Cada inicio del periodo estival acostumbro a repetir unos determinados rituales: Rebuscar en el armario los bañadores y ver si todavía aguantan el tipo, acordarme donde están los artilugios para montar la sombrilla de playa y hacer una lista de los libros que debería leer este verano. Por lo que respecta al bañador creo que seguiré con el modelo bermudas o bóxer otra temporada más, aunque ya me gustaría sumergirme en uno de esos modelos bañador-slips tan celebrados por los conciudadanos de Vladimir Putin en nuestras playas mediterráneas. Seguiré buscando de momento las piezas que me faltan para montar la sombrilla.

Y luego está la lista de libros de lectura veraniega. En primer lugar están las revisiones o o relecturas, aquel libro que deseas volver a leer, ya sea por puro placer lector o porque estás seguro que necesitan una nueva lectura más profunda y reflexiva. Quiero acordarme de los libros que he ido releyendo a lo largo de mi vida y ahora solo me vienen a la memoria, Peter Pan dee J.M. Barrie en una edición de Editorial Juventud con unos maravillosos dibujos de Mabel Lucie Atwell, El gran Gatsby de Francis Scott Fitzgerald, en una primera edición olvidable y más tarde en Alfaguara y El guardián entre el centeno de J.D. Salinger, que si no me engaña mi memoria, leí por primera vez en una edición sudamericana con el título de El cazador oculto.

En el listado de deseos para este verano apunto las memorias del músico Brian Wilson, el líder y fundador del grupo californiano Beach Boys, cuyo itinerario vital estuvo bastante alejado de aquellas idílicas portadas de discos donde se le mostraba junto con sus hermanos en las costas del Pacífico entre crepúsculos dorados y olas de surf y los recuerdos, reflexiones y otras anotaciones del editor Jorge Herralde, Un día en la vida de un editor, el responsable de una buena parte de la biblioteca que he ido conformando en todos estos años. Pongo también en la cesta el ensayo del sociólogo norteamericano Richard Sennet, Construir i habitar. Ètica per a la ciutat, a ver si dice algo sobre los nuevos peligros urbanos ahora que el concurrido jardín del río Túria se ha convertido en un velódromo para amantes del Tour de Francia y la caza indiscriminada de viandantes. De poco vale la señal que indica la obligación de los ciclistas de marchar a paso de peatón, cruzar uno de los carriles ciclistas del río se ha convertido en un paso más peligroso que el de la manada de ñus cada año por el Serengeti.

Este verano, como los anteriores, empezará la carrera por ver que canción acaba coronada como «la canción del verano», aunque esta competición ha perdido el lustre mediático que tenía en otras épocas animada por las ondas radiofónicas. La última canción del verano que recuerdo haber bailado en una boda fueron Los pajaritos de María Jesús y su acordeón. Hubo un tiempo en que para triunfar en la competición estival melódica las canciones tenían que hablar de playa, verano, arena, mar, y otros accidentes geográficos y por supuesto, sentimentales; así mientras Los Payos decían aquello de la playa estaba desierta/el mar bañaba tu piel, Palito Ortega contestaba con bastante machaconería, Yo sé que este verano te vas a enamorar/te vas a enamorar. Mucho más lírico era el mensaje del Dúo Dinámico, el final del verano… llegó… y tú partirás y hasta Bruno Lomas, ahora que la publicidad ha rescatado su voz, que no se cansaba de decir ya llega el verano. Nuestro rocker nacional se merecería la atención de alguno de los promotores del nuevo musical español como posible protagonista escénico. Desde luego ingredientes no le faltan, incluido final trágico. Su itinerario tanto biográfico como musical llenaría todo un biopic musical.

Estos días el Mercadona del barrio ha vuelto a abrir sus puertas despues de una operación de reforma. Ante la Nouvelle Vague de calor no sería mala idea instalarme por un tiempo en la sección de lácteos, entre los yogures desnatados y los batidos de chocolate sin lactosa. Los supermercados en verano acostumbran a ser lugares para toda clase de sorpresas y no es raro toparte de buena mañana con un individuo que a juzgar por su aspecto, ha saltado directamente de la cama a la sección de panadería. Igual un día de estos me encuentro con un émulo de Jeff Bridges en El Gran Lebowski en albornoz y calzoncillos preparándose un White Russian. De todas las estaciones, posiblemente sea el verano la estación más vengativa para la moda a juzgar por los uniformes que se acostumbran a ver. Discreción y verano han pasado a ser hace bastante tiempo términos antitéticos. De momento, seguiré con mi bañador bóxer y mi lista de deseos literarios para este largo y cálido verano.

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