Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Alfons García03

A vuelapluma

Alfons Garcia

El barro y los debates de salón

Puede que a la señora que esta mañana abre como cada día su frutería no le llegue el aroma. Quizá más tarde. O nunca, mejor para ella. Pero el panorama político se presenta turbio. Los ventiladores calientan hélices y los termómetros de la crispación política queman. Lo paradójico, diría, aunque la percepción podría ser incorrecta, es que la sociedad está al margen de este caldeamiento del ambiente posterior al largo paréntesis electoral. Me gustaría poder decir qué ha pasado, pero el terreno está aún muy embarrado para destilar ideas claras. ¿Todo por el tercer actor en la derecha? ¿El elemento ultra ha contaminado de radicalidad toda la atmósfera? ¿Todo por las expectativas frustradas? ¿O es la economía ante el tono morado del nuevo gobierno del Botànic? Y eso que aquí teníamos pacto y evitamos el eterno bloqueo madrileño.

Mientras las apariencias de escándalo bastan para nublar el panorama, que sigan los debates de salón. Escribir es menos inocente que nunca. Dice Pedro Sánchez que la casi intocable Constitución debe ser tocada para evitar las mayorías de bloqueo. El debate lo abrió hace poco el viejo enemigo interno Eduardo Madina al poner como ejemplo el sistema vasco, que propicia que el candidato más votado sea investido presidente de manera directa. ¿Le asegura eso gobernar en solitario? No. Si observamos el ejemplo de Euskadi, donde siempre ha habido fragmentación política, el pacto entre distintas fuerzas ha sido lo habitual para gobernar. Al final, en la práctica es una cuestión de tiempos: acordar antes de la investidura o después. Lo verdaderamente extraño es intentar gobernar desde la minoría. Es lo que ha hecho Sánchez en los últimos meses, tras la moción de censura, donde una mayoría de conveniencia lo apoyó casi por sorpresa cansada de un gobierno de Rajoy inoperante en Cataluña y tóxico por la corrupción, pero le tumbó los presupuestos, la vara de medir de la acción de gobierno. Y fuimos a elecciones. Si una nueva Constitución permitiera investir presidente al candidato más votado, lo tendríamos hace rato, pero estaríamos en las mismas cuando intentara legislar. El bloqueo llegaría con presidente ya en la Moncloa, pero continuaría la amenaza.

Ahora, la Constitución (también el Estatut valenciano) obliga a acordar antes de que un candidato sea honrado presidente. Sin el apoyo de la mayoría de la Cámara, no pasa a serlo. ¿Es mejor o peor? Puede haber argumentos para una cosa y la otra. Lo fundamental (eso no cambia) es que para gobernar se necesita una mayoría. Más que cambiar por esta cuestión la Constitución, que necesita algún remiendo para dibujar una organización territorial que se parezca más a lo que hoy es España, habría que cambiar de cultura. Ir cediendo soberbia (una forma personal de soberanía) y acostumbrarse a sentarse a negociar y pactar un programa de acción y una composición de Gobierno. Con la humildad de que varios son necesarios y el argumento nuclear de que la ciudadanía ha votado que se entiendan. El no es no es efectivo para unir a la tribu y enardecer a la masa, pero como norma condena a la política. Siempre nos quedará la opción de jugar a la ruleta rusa de unas elecciones hasta el infinito y más allá. Hasta que un día suene la bala de una sociedad agotada y desencantada. Mientras tanto, sigamos jugando a creernos dioses.

Compartir el artículo

stats