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Despoblación rural: reinventarse

Parece que si no te vas allende de los mares no has tenido unas vacaciones. Muchos habrán querido y habrán podido ceder a la abundante campaña publicitaria y promocional de destinos vacacionales exóticos y con facilidades de pago, que después a lo largo del año pueden servir de no tan grato recordatorio cuando hay que pagar cada plazo del soñado viaje realizado. Sin embargo, es muy posible que otros muchos pasen sus vacaciones en uno de los numerosos pueblos de España que por esta causa salen de su letargo habitual al llenarse de veraneantes. Los motivos de la elección de esa opción son diversos, desde el nostálgico y familiar hasta el económico, pasando por el lógico deseo de tranquilidad o de experimentar durante un periodo de tiempo otra forma de vida distinta a la que se vive en la vorágine de los núcleos urbanos. Me refiero a aquellas pequeñas poblaciones rurales a las que técnicamente se las llama «vaciadas», y que en este periodo estival tienen una pequeña tregua que pasará cuando éste acabe y vuelvan a estar despobladas.

El éxodo rural que se produjo desde la mitad del siglo pasado en nuestro país motivado por el avance económico y el cambio del modelo social supuso la pérdida de empleos y, consiguientemente, también de servicios en estos núcleos rurales en beneficio de las ciudades en las que se encontraban mejores medios de vida. La despoblación es un problema que existe a nivel mundial, que afecta a muchos países, genera desequilibrio y desigualdad entre los ciudadanos y es considerada en la Agenda Europea 2020 y en la Agenda 2030 de la ONU para el Desarrollo Sostenible como una de las causas de exclusión social.

El periodo vacacional también es muy propicio, por lo menos en los de mi generación, para leer o releer aquello que sólo se ha podido ver por encima y, en este sentido, hacer una lectura detenida del último Informe del Comite Económico y Social de la Comunidad Valenciana, que preside Carlos Alfonso Mellado, sobre la Situación Socioeconómica y Laboral de nuestra Comunidad, es necesaria y nos ayuda a conocer el contexto en el que vivimos. En este informe se destaca el preocupante grado de despoblamiento de algunas comarcas del interior, sobre todo en Castelló y València, a las que denomina como desiertos demográficos. Esta situación no es reciente, en 2017 teníamos 72 localidades en riesgo de desaparecer, y en ese año se puso en marcha la Agenda Valenciana Antidespoblament (Avant), su nombre indica claramente cuál es su objetivo. El pasado año se aprobó el Plan contra la Exclusión Financiera de la Comunitat Valenciana para instalar cajeros automáticos en municipios y pedanías que no disponían de servicios financieros de proximidad. Y, recientemente, se ha creado la Dirección General contra la Despoblación.

Combatir, erradicar y revertir la despoblación rural que padecemos exige que las instituciones apliquen medidas que supongan una mejora social y laboral en esos territorios. Dicho claro, que se garanticen servicios básicos, principalmente la sanidad y la educación, y que se genere empleo. Además, han de contribuir a que esos pequeños municipios puedan reinventarse dotándolos de los medios necesarios de los que disponemos fácilmente en las ciudades. El acceso a la tecnología es clave en este proceso porque proporcionaría a los habitantes de esas zonas rurales la multitud de posibilidades que ofrece el mundo digital para el desarrollo de las diferentes actividades que generarían empleo y arraigo. De las que se beneficiarían las más tradicionales como la agricultura y el turismo rural y, otras, más innovadoras como los espacios coworking para el trabajo freelance.

No es fácil, pero tampoco es imposible.

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