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Marzà en horas bajas

Vicent Marzà es, sin ningún género de dudas, uno de los políticos valencianos con mayor futuro y proyección. Hombre de fuertes convicciones, ideas claras, gran capacidad de trabajo y enorme habilidad, el conseller de Educació se ha ganado a pulso ser una auténtica referencia en un sector importante del Bloc que agrupa a algunos de los jóvenes con más poder en el partido y en el gobierno autonómico. Un grupo bastante cohesionado y convencido de su enorme peso específico.

Era tal el nivel de confianza en si mismos que Marzà y sus compañeros se las prometían muy felices acabando de arrinconar al sector más veterano de su formación y especialmente a Enric Morera mientras, al mismo tiempo, neutralizaban a su socia en Compromís, Mónica Oltra. Por juventud, inexperiencia o torpeza, infravaloraron a la líder de la coalición que jugó con maestría sus cartas promoviendo primero la repetición de Morera al frente de les Corts y después la de Rafael Climent en la Consellería de Economía. A pesar de que ninguno de los dos son ni de su cuerda ni de su agrado, la vicepresidenta prefirió impulsarlos para debilitar a sus principales enemigos internos. Jugada maestra llena de astucia política.

Desde entonces, observamos un tanto desubicado, desmoralizado y descentrado a Vicent Marzà que no ha podido situar demasiados peones en los primeros niveles del nuevo Consell. No obstante, también estoy seguro que un político de su raza se recuperará pronto y volverá a replantar su estrategia de futuro y la de los suyos. Para empezar, dentro del gobierno valenciano, su relación de un lado con su jefa de filas y, por otra, con el President Puig con el que estos cuatro últimos años ha tejido numerosas complicidades personales y políticas. Pero, además, Marzà deberá pensar qué pasos seguir en el medio y largo plazo primero en el plano interno para controlar Compromís y, más tarde, en el plano externo poder aspirar a lo máximo incluso la Presidencia de la Generalitat en el menor número de años posible.

Todo eso deberá hacerlo compaginando las estrategias políticas y partidistas con la gestión al frente de la Consellería de Educació que, como se ha demostrado en la última legislatura, es junto a la de Sanidad la de mayor visibilidad para lo bueno y malo. Marzà se ha apuntado tantos importantes pero ha visto cómo ha sido el centro de durísimas críticas de un correoso frente común de la oposición y los responsables del sector concertado y privado que le han provocado, entre múltiples disgustos, sonoras derrotas en los tribunales. Ahora el Conseller se ha liberado del área de universidades, algo buscado por él, aunque no ha visto cumplido su deseo de unir políticas en materia de empleo que le hubieran permitido, en teoría, suavizar su perfil considerando un tanto radical en algunos sectores empresariales y de paso ir ampliando su bagaje y espectro.

Por cierto, me cuenta una amiga que a pesar de las tremendas tensiones vividas en las últimas semanas en la negociación entre Compromís y PSPV para negociar el gobierno municipal en la ciudad de València, el resultado final ha dejado bastante satisfechos a ambas partes. Otro asunto bien diferente será observar cómo se gestionan, día a día, las diferencias durante los cuatro años de legislatura. No hay otra fórmula de éxito que la cesión por ambas partes y sino que se lo digan a Sandra Gómez que aunque se ha salido con la suya de ser Vicealcaldesa no se equiparará solo con el Alcalde sino también con Sergi Campillo o a Joan Ribó que de no ver encaje legal a la figura que le reclamaban los socialistas ha acabado duplicándola.

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