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Buena onda

La Albufera y el desafío de la agroecología

Siendo mucho más que un lago, la Albufera es una de las señas de la identidad valenciana. Produce identidad cultural. La personalidad imaginaria de un tipo de valenciano/valenciana creada por Blasco Ibáñez no tendría el poderío que aún tiene de no haberlo descrito en una realidad que se ha podido visitar durante décadas como ahora se visitan los escenarios de Harry Potter. El encanto audiovisual de sus paisajes sigue funcionando: ahí están los planos de la película El desentierro del valenciano Nacho Ruipérez con Leonardo Sbaraglia y la serie de Movistar El embarcadero.

Es un paisaje singular cargado de encanto. Camino de la casa de unos familiares con la fortuna de disfrutar de una de las pocas casas que dan al lago entrando por el camino de El Palmar, no es difícil encontrar grupos de contempladores (turistas o vecinos) que se dejan llevar por la «puesta del sol en la Albufera», y aplauden replicando lo que es usual en la cala ibicenca de Benirrás y también para unos cuantos ilustres en Dénia según me recuerda Fernando R. Lafuente que ha descrito maravillosamente Manuel Vicent.

Es un patrimonio natural que pertenece al Ayuntamiento de València, es decir, es un bien común de los vecinos de la ciudad de València.

Desde otro ángulo, también es un enclave fundamental de la agricultura valenciana, del cultivo del arroz. Llegado con los árabes en el siglo VII, la historia del arroz en València está marcada por prohibiciones y por experimentos para evitar su ubicación en tierras pantanosas e insalubres. Fue en el XIX cuando la Albufera se convirtió en el corazón de su cultivo y desde un siglo antes, los cultivadores tienen los derechos para regular el caudal del agua que procede del mar (salada) o del río Júcar (dulce).

Un informe de la Fiscalía de València ha venido a denunciar esta misma semana que en junio el nivel del agua bajó de manera alarmante, con el agravante de que no es la primera vez que sucede y que son hechos atribuibles a decisiones de la Junta de Desagüe, la institución que gestiona el agua y que, aunque la preside la alcaldía de València, está en manos de los agricultores que heredaron los derechos nacidos hace tres siglos.

El informe de la Fiscalía subraya que unas prácticas guiadas por una cierta manera de cultivar el arroz y que no atiendan a otros factores de la vida del lago pueden causar daños importantes al ecosistema, es decir, a la flora y a la fauna, muy ricas, que son un patrimonio natural colectivo. Y estrictamente necesario.

Llevar el asunto del cultivo del arroz y de su impacto en el ecosistema de la Albufera a la palestra pública es una cuestión oportuna. Los arroceros han salido en su defensa señalando que los niveles de agua se habían repuesto en julio y apuntando a intereses extraños detrás del informe de la Fiscalía. No parece la mejor de las respuestas entre otras cosas porque da por zanjada la cuestión y defiende seguir con lo mismo.

La agricultura, como los demás sectores de la vida productiva de las naciones, está obligada en estos momentos a pasar por un debate en profundidad para establecer qué se hace bien y qué se hace mal desde el punto de vista de la preservación de lo básico, de los fundamentos, de los ecosistemas que aseguran la pervivencia del conjunto. La agricultura está obligada a convertirse en agroecología, una manera de cultivar que respete los equilibrios del medio ambiente.

A pesar de los anuncios que se hayan podido hacer, o se sigan haciendo desde algunas tribunas, -la más reciente las declaraciones de la nueva presidenta de la Comisión Europea, la alemana Ursula Von der Leyen-, no parece que la sociedad valenciana ni la española en su conjunto esté preparada para convertir un asunto como el que plantea la Fiscalia en un debate a fondo para que la Albufera añada a sus valores de identidad el más que interesante valor de ejemplo de conservación y de gestión respetuosa con el medio ambiente. Una Albufera 2030.

Sería muy de agradecer que tanto el Ayuntamiento de València como la Generalitat, y haciendo política de la buena, actuaran como vanguardia de una conciencia que mas pronto que tarde tendremos que asumir todos.

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