Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Alfons Garcia

A vuelapluma

Alfons Garcia

Por la señal del descrédito

No sé si creo en Dios, pero sé que Dios cree en mí. La frase es de Fernando Delgado y hay que enmarcarla en la preparación de un nuevo libro, con la religión presente. No me la quito de encima. Es como esas melodías que se te pegan al cuerpo durante semanas. No tardará mucho en existir una aplicación que te envíe la banda sonora de las canciones que tu memoria asocia a cada etapa pasada. La mía empezaría con Take on me (Aha) y The hole of the moon (Waterboys) en el despertar de la adolescencia; Lemon (U2) y los primeros miedos de la soledad; Pero a tu lado, cuando la vida empezó a ir en serio€ Mejor evitar dar tregua a la melancolía. Otro día será.

La fe es ese sentimiento viscoso que hace que una joven se pare todos los días al pasar delante de la iglesia y bese la puerta recién abrillantada. No deja de ser una excepción entre una mayoría de jubilados. No sé si Dios está en retirada, pero la gente se ha retirado de los templos. El descrédito es la señal de estos tiempos. Ni fe ni verdad, que es como poner la soga en el cuello de la razón. No es que la mentira fertilice bien, es que la verdad cotiza menos que nunca. Es el mundo de Trump. No es que se enfrente a la ciencia o los medios de comunicación tradicionales, es que hay un sustrato social fértil al descrédito, a ignorar y despreciar a los tradicionales depositarios de la verdad. Para llegar al tres hay que andar el dos y sospecho que el revisionismo histórico fue el estadio precedente a este cuestionamiento de lo sólido. Se habla poco ahora de todos esos historiadores que zarandearon la historia oficial de la guerra civil y la dictadura. Quizá porque ahora tiene más éxito y morbo combatir el presente: minar sus pilares convencionales. No parece casual que el revisionismo (el del pasado y el del presente) sean movimientos telúricos surgidos desde la derecha radical. Son la otra cara de este tiempo de crisis de la razón y de la fe.

Si miramos el entorno más cercano, la Comunitat Valenciana es una isla en crecimiento relativo después de lo pasado en La Rioja, que ha generado mucho revuelo pero es poca novedad en el mapa español. La izquierda ha vuelto a demostrar su incapacidad histórica para entenderse. O su predisposición histórica a pelearse. Ha pasado en La Mancha, donde los socialistas han acordado con Ciudadanos, y en Asturias, donde IU dijo sí al candidato del PSOE y Podemos dijo no. Ahora en La Rioja han roto de nuevo, en lo que parece el intenso preludio épico de lo que sucederá en el Congreso de los Diputados la semana próxima. El caso valenciano sobrevive contra esa tendencia histórica después de cuatro años: con la izquierda en pie no sin problemas ni zancadillas, más evidentes y contundentes ahora que Podemos está en el Consell y la sombra de la corrupción queda cada vez más lejos. Baleares o Navarra son otros lugares donde ha habido acuerdo con los morados, aunque con menor peso económico y demográfico y con ecuaciones políticas diferentes. La política líquida es de geometría variable. Sin embargo, el pacto sigue siendo una consecuencia de la razón, el gran argumento existencial aún de la izquierda. Lo demás es germinar el descrédito.

Compartir el artículo

stats