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Jóvenes

Los que ya no somos considerados jóvenes biológica y sociológicamente, con la perspectiva que da el paso del tiempo, tendemos a instalarnos en la creencia de que la juventud es una etapa de la vida llena de posibilidades en la que todo era posible y recordamos con nostalgia nuestros anhelos, nuestra rebeldía y critica a lo entonces establecido y que los mayores estaban equivocados e incluso pasados de moda, cuando reprochaban nuestras actitudes. No obstante ello, muchos interiorizamos el hecho de que la educación, cuanta más mejor, nos llevaba al trabajo y el trabajo a la independencia económica, a la vivienda, a la formación de una familia y por consiguiente al bienestar social. Este desarrollo, aparentemente lógico, se producía por las circunstancias socioeconómicas que acortaban el paso de la juventud a la edad adulta.

Según la ONU en la actualidad tenemos la generación de jóvenes más grande de la historia con 1800 millones de personas entre los 10 y los 24 años. En la Unión Europea aunque no existe unanimidad se considera jóvenes a las personas entre 15 y 25 años. En nuestro país el grupo de edad es más amplio y va desde los 14 a los 30 años . Es decir, y como ya apuntaba en el año 2005 el Consejo de la Juventud de España en su informe Bases para una Política de Juventud, cuando se habla de juventud estamos ante un concepto complejo ya que la franja de edad que comprende ha ido cambiando por diversos factores sociales y económicos y por la heterogeneidad de las personas que lo conforman.

Nuestros jóvenes han crecido durante la gran crisis económica que ha originado una mayor dificultad en los procesos de integración social a lo que se une el hecho de que estamos viviendo un momento histórico de profundas transformaciones que nunca antes habían sido tan vertiginosas e intensas, de la mano de la revolución tecnológica y de la información y la globalización, estamos inmersos en lo que algunos expertos han acuñado ya como una nueva etapa de la historia: el Infolítico.

Esta misma semana se ha presentado el Estudio Sociológico sobre la Juventud de la Comunitat Valenciana del Consell Valencià de la Joventut realizado en colaboración con la Universitat de València. Un trabajo que recoge los resultados de doce grupos de discusión formados con personas de ambos sexos de 15 a 30 años. De éste se desprende que nuestros jóvenes se sienten más libres pero también con menos oportunidades, piensan que el modelo de tránsito del sistema educativo al sistema laboral está obsoleto y dificulta el acceso a un puesto de trabajo, son abiertos y respetuosos en términos generales con la diversidad sexual, y consideran la violencia de género un problema de primer orden, sienten desconfianza y son escépticos respecto a las instituciones y a la política tradicional y valoran de forma mucho más positiva el trabajo de las ONG y de otro tipo de fórmulas de participación social.

Es evocador lo que figura en el estudio sobre la idea que tienen los jóvenes valencianos de cómo son percibidos por las personas adultas. Esto es, que son apáticos, acostumbrados al materialismo, no tienen espíritu de sacrificio ni valoran el esfuerzo, están faltos de compromiso social y excesivamente enganchados a las redes sociales y preocupados por la imagen. Lo que significa que los adultos de ahora, al igual que hicieron los de nuestro tiempo, caemos en estereotipos atribuyendo de forma generalizada actitudes a los jóvenes que favorecen el victimismo, además de desconexión generacional que no beneficia ni a unos ni a otros. Cuando lo bien cierto es que se trata de un colectivo con problemáticas específicas que requiere la adopción de medidas de actuación política que mejore su situación y reconozca el específico e importante papel que tienen en la sociedad. Y esto último se lo tienen que creer ellos y nosotros también.

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