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La nit del foc

Hace poco más de 7 años, la ciudad de Valencia amanecía cubierta de un humo gris anaranjado y, desde cielo, se precipitaba una ligera lluvia de ceniza. Puedo recordar perfectamente aquel día. Me levanté de la cama extrañado por el resplandor y tras contemplar el espectáculo, encendí el ordenador para enterarme de lo que estaba pasando: «Valencia arde», «Miles de hectáreas quemadas», «Cientos de evacuados por las llamas que ya a afectan a múltiples municipios», rezaban algunos titulares. Tras leerlos, me senté en el sofá, incrédulo y apretando con rabia los dientes.

Casi 60.000 hectáreas arrasadas, una persona muerta e incontables perdidas tanto naturales como materiales fueron el resultado. Pero, no todo fue malo. Por una vez, la sociedad valenciana estuvo unida de una forma que me recordó a las historias que contaban mis abuelos sobre «La Riuà» del año 57. Todos nos sentíamos impotentes y frustrados por no poder hacer nada para revertir la situación. Empezaron a crearse grupos en redes sociales, con el objetivo de ayudar en las futuras labores de repoblación forestal, a organizarse recogidas de firmas y a exigir que se pusieran medidas para impedir que algo así volviera a suceder.

Sin embargo, pasó el tiempo, el espejismo se desvaneció y todo volvió a la normalidad. Cada uno siguió con su vida, olvidándose de ello hasta el verano siguiente. Y es que, parece que con el frío el problema se apagará.

Resulta curioso cómo en esta época de confrontación política en la que vivimos, los partidos usan el tema cual arma arrojadiza para atacar a la otra hinchada. Especialmente, quien se encuentra en la oposición, ataca las medidas (o la falta de ellas) del gobernante para luego cambiar las tornas. Eso sí, en verano, cuando le ven las orejas al lobo, y es que, hasta las invitaciones a alcanzar acuerdos van cargadas de veneno. ¿No se dan cuenta de que, en el fondo, todos deberían coincidir en lo mismo?: hay que prevenir eficazmente el fuego y combatirlo en caso de que llegue a producirse. El Consell Valenciá de Cultura, por iniciativa de su presidente Santiago Grisolía, ha propuesto reiteradamente que los incendios sean considerados «Crímenes contra la Humanidad» ¿Tan difícil sería, por una vez, dejar de discutir, como en la fábula de Tomás de Iriarte, sobre si son galgos o podencos y elaborar un plan efectivo y consensuado antes de que fuego nos devore? Es necesario un gran pacto medioambiental que, frente a intereses partidistas ponga por delante el interés de nuestro entorno, bosques, humedales, playas€ y de la flora y fauna que en ellos habita. En definitiva de nuestro patrimonio natural. De esta forma, dejaríamos de estar al albur de presupuestos y cambios de gobierno que solo hacen que repercutir negativamente en una gestión, que en la mayoría de casos, debe hacerse a largo plazo. Beneixama, Pego y Rafelguaraf son los tres avisos que hemos recibido este año, esperemos que no sean la señal que prende la mecha de una nueva «Nit del Foc».

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