Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Elogio de Raimón

Han pasado más de dos años desde que Raimon dio su último concierto y despedida de los escenarios en el Palau de la Música Catalana. Uno, ahora se quiere imaginar al cantante - lejos del ruido y la furia - poniendo orden a sus memorias, a las secuencias que han ido construyendo una trayectoria profesional y creativa de cerca de sesenta años, y como pocas en este país, con pies y cabeza. Ese gran rellotge d'emocions del que hablaba su último álbum. Es lo que se espera de un artista una vez ha decidido pasar a la vida contemplativa y en ese punto donde el balance del pasado constituye ya de por sí un peso significativo. «Habla, memoria, habla» que titulaba Vladimir Nabokov a propósito de ese combate entre sujeto y cerebro. Raimon ya ha dado muestras de sus excelentes dotes para la reflexión y la lírica con el dietario Les hores guanyades o el poemario D'aquest viure insistent. A diferencia de otros compañeros cantautores mucho más previsibles, las cualidades literarias del cantante todavía podrían depararnos más de una satisfacción como lectores.

El primer recuerdo personal de Raimon es un disco, aquello que se denominaba en la Edad del Vinilo Extended play o EP, un disco pequeño de cuatro canciones donde el cantante fotografiado por Oriol Maspons aparecía en esa mezcla de rebeldía y dulzura que configura la adolescencia, y aunque para entonces este periodo biológico ya había finiquitado para el músico debutante, el rostro todavía juvenil del cantante parecía señalar ese momento de deseos y incertezas de la vida. Es curioso, pero si repasáramos la iconografía musical de esos años, principios de la década de los sesenta, encontraríamos paralelismos y similitudes entre el autor de Al Vent y algunos de los abanderados del nuevo folk que desde América están marcando el rumbo con Bob Dylan a la cabeza. Los dos cantantes, solo unos años despues, coincidirán en un breve intervalo de tiempo, en la sala Olympia de Paris, ambos promocionados como representantes de esa nueva canción lírica y de acento insumiso que agitaba las plácidas aguas melódicas de los hit-parades.

Ese primer recuerdo, el disco que contenía la canción Al Vent y que supone el debut discográfico del cantante y su llegada a casa, a un pick-up que se acababa de comprar mi hermano Ricardo, fue por voluntad de mi madre. La canción cerraba un programa dedicado a Valencia de una serie de TVE, que si no me falla la memoria, se llamaba algo así como Conozca usted España, y el guión estaba a cargo del periodista y exdirector de Las Provincias Martí Domínguez Barberà. Unas imágenes finales de la Albufera y el canto «existencial» de Al Vent en la voz contundente de Raimon y ese acento dialectal que para mi madre, criada en un pueblo cerca de La Costera, le debió resultar muy familiar y próximo, acabaron por animar la compra del disco en una tienda del centro de València llamada Discotheque. El disco sonó bastante en el tocadiscos junto con canciones de Los Brincos, Beach Boys, el Duo Dinámico y un primerizo Joan Manuel Serrat cantando Ara que tinc vint anys. Pasaron los años y aquel primer extended play de Raimon quedó depositado en la colección de vinilos que fue aumentando progresivamente con otras voces y otros géneros.

No sé si Raimon acabará escribiendo un dia sus memorias, de llevarlo a cabo, estoy seguro que serán un documento magnífico- pienso ahora como excelentes modelos en las Crónicas de Bob Dylan o el Verdad Tropical de Caetano Veloso- además de su valor literario, como testimonio de alguno de los momentos que han señalado la historia de este país y su paisaje social, cultural y político. En otro país, imaginemos un país tan civilizado y próximo a nosotros como Francia, la figura de Raimon seria incuestionable en todo el dial político. Mitterrand, Sarkozy o Macron por citar tres políticos de diferentes ideologías se pondrían de acuerdo en señalar la relevancia de una figura como Jean Ferrat - modelo del cantautor comprometido y de izquierdas- o de un libertario como Georges Brassens. Aquí, todavía tenemos que ver como un concejal ignorante o un diputado analfabeto de la derecha, ya sea ciudadana o popular, es capaz de poner, aunque para entonces la prohibición pasó con un poco de sordina objeciones o lo que se dice, negarle el pan y la sal con motivo de un reconocimiento o distinción. La misma ideología que censura ahora un recital de Luis Pastor y que antes ya censuró a musicos como Albert Pla o Fermín Muguruza para la militancia progre, quiero imaginar por tratarse de «cantantes periféricos».

Raimon ya sabe bastante de censuras y prohibiciones. Durante su carrera musical estuvo en la diana de aquellos sátrapas administradores que eran los gobernadores civiles del franquismo. Una censura que en su caso le imposibilitó de realizar un ejercicio profesional como el de cualquier otro músico o cantante. Este detalle a menudo se olvida en ese balance de daños que fue el Franquismo para determinados creadores. No fue, sino hasta bien entrada la llamada Transición democrática, que el cantante consiguió ordenar su vida escénica, aunque para entonces otro tipo de censura, ahora por parte de la nueva progresía gobernante, quiso retirarlo a una residencia geriátrica para antiguos artistas antifranquistas. Afortunadamente a esas alturas del combate creativo Raimon podía exhibir una hoja de servicios con trabajos musicales tan sorprendentes como Les Cançons de la roda del temps sobre los versos «encriptados» de Salvador Espriu o un álbum tan luminoso y rotundo dedicado a la poesía medieval catalana. Hasta consiguió que los versos de Ausiàs March, Veles e vents, han mos desigs cumplir€entraran en las listas de éxitos. Canciones como Diguem no, Al vent, He mirat aquesta terra, Com un puny o Punxa de temps, de uno de sus últimos álbumes, son imprescindibles en cualquier cancionero de la música popular española. Sin la figura de Raimon sería inexplicable la aparición de Serrat, una cadena evolutiva, que une los nombres de Lluís Llach y Victor Manuel, de Joaquín Sabina e Ismael Serrano€

Ahora, en estos primeros días de agosto, cuando las cosas y la vida parecen volverse más lentas, la voz de Raimon proyectando los versos de Ausiàs March o Salvador Espriu constituye sin duda el mejor tonificante para acompañar el paso moroso del tiempo. O en su defecto detenerlo como en aquel reloj que cantaba el viejo bolero. Quan la llum pujada, des del fons del mar, a llevant comença, just a tremolar€

Compartir el artículo

stats