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A vuelapluma

Alfons Garcia

El tiempo es el sentido de la vida

El viaje verdadero se produce en la mente. Hace unos años visité Auschwitz y es ahora cuando aquel silencio doliente escuece por dentro. Entonces no fue más que un viaje al pasado. Hoy es un viaje al futuro. Aquel templo del horror donde ahora se paga hasta para orinar (hecho que dice bastante de nuestros días) fue el mayor campo de exterminio de judíos, rodeado de 40 kilómetros de la nada más absoluta para preservar el silencio del genocidio.

En España ni siquiera se había hecho oficial hasta ahora la lista de víctimas del campo de concentración de Mauthausen. Significa que estamos tocando ya a la puerta del futuro sin llegar a reconocer el horror del pasado. Esa es la excepción española. Un hito en la historia europea del que todos somos culpables. Unos más que otros, pero todos responsables en parte. La culpa nunca es alicuota, pero no deja de ser una responsabilidad compartida. Admitir el horror no es una forma de buscar y señalar culpables, es una forma de dar dignidad al presente. Nada más.

El verano ha pasado en un pestañeo e Inglaterra parece haber encontrado su sitio en la incertidumbre, donde lleva demasiados meses. Italia deshoja el dilema de un pacto a la izquierda o el abrazo del neofascismo de Salvini urnas mediante. Aquí, los mensajes de la ultraderecha son plagiados y edulcorados para que la derecha de toda la vida pueda convivir, como siempre, con una facción ultra que ya no quiere estar escondida y reclama combustible político.

Mientras los gurús de la economía ensombrecen el futuro, seguimos (y ya va mucho) con nuestra universiada del poder. Pedro Sánchez llevando al rincón del ring a Pablo Iglesias con un programa apalabrado con los colectivos sociales y culturales al que el líder de Podemos no pueda decir que no sin hundirse un poco más. La ecuación está entre que gobierne Sánchez solo con un programa avalado por la izquierda o ir a unas elecciones con Iglesias señalado como culpable. Lo que Sánchez ya debería saber es que, como en las cartas, si la ambición te puede, las urnas a veces te la juegan en la última ronda. Pactar no es tan difícil. No debería triunfar el mensaje contrario.

Con ese escenario de fondo, la política valenciana parece también ávida de choques, zancadillas y partidismo. Demasiada tensión entre los aliados socialistas y de Compromís cuando solo acaban de empezar a gobernar. Ahora son los ajustes y la financiación, pero huele a que no van a faltar motivos. Hace tiempo que la pasión entre Ximo Puig y Mónica Oltra se enfrió y además ahora hay terceros en juego. El desgaste ha empezado pronto.

El tiempo es el sentido de la vida, dice Emmanuel Carrère en uno de sus mejores libros (El adversario). En otro de los buenos, el joven Limónov expone la clave de su vida: no importa el tamaño del arma ni de la persona, sino que el contrincante entienda que estás dispuesto a matar. A veces, los políticos españoles parecen demasiado dispuestos a matar. Y la política no es para tanto.

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