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Cuando el mar se serena

Al igual que le sucedió a Delibes cuando Ángeles se le esfumó tan temprano de entre los dedos y a Savater el día en que el cuerpo maltrecho de Sara no dio más de sí, mi amigo está aprendiendo a vivir sin ella después de que tanto tiempo juntos los combinara de tal modo que, a los que hemos tenido el privilegio de disfrutarlos, nos sintiéramos arrebatados por la fuerza del imán con que aquel temperamento y esa elegancia se fundieron hasta formar la misma identidad. Una santa alianza que no tiene mayor misterio que el estar enamorados hasta los tuétanos.

Quienes lo rodean desde cerca, sus hijos, sus nietos, están viéndolo ponerse en pie, dar los primeros pasos sobre el cimiento robustamente nutrido, agarrarse a él que para eso goza de buen fundamento, auparse poco a poco, recuperar el sabor que de repente los platos habían perdido, nombrar su vino blanco preferido sin necesidad de pedirlo ni de reparar en el vacío de que no lo tengan, dar media hora de paseo con el chucho al atardecer y, por sus miradas y desafíos, reparar con sereno gozo en que los dos son tres.

El maestro de la prosa castellana tardó diecisiete años en hincarle el diente a la novela que refleja el sentimiento que le invadió al torcerse el relato existencial de una manera abrupta. Con lo veloz que ha solido desplegarse a la hora de engrasar un ensayo, al filósofo vasco el alivio de luto se le atragantó lo indecible y, aunque cogió los fórceps cuatro años atrás, ha visto la luz en puertas de este otoño. Mi amigo empieza a escribir las primeras líneas en solitario después de una travesía de más de cincuenta años suspirando a dúo y lo está haciendo en compañía de los actores más codiciados en blanco y negro, de las canciones que hace tiempo no prestaba atención y que ahora hacen aflorar una sonrisilla por el baile que se pegaron a la luz de la luna o así lo recuerda, sin volverle la espalda al mar ni a los árboles que le salen al paso ni a la gente que lo quiere ni a las ganas de querer que tiene porque para eso sentaron las huellas de eterna sintonía.

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