En tiempo de turbulencias la Generalitat de Ximo Puig habría de preguntarse: ¿El País Valenciano existe? ¿Cuál es su papel en el contexto del Estado español y en la Unión Europea? En un momento de la historia en el que es gaseoso el concierto de las naciones (Impeachment-Trump, Brexit-Johnson, kurdos, Turkia-Erdogan, Rusia-Putin, OTAN). Los forofos de la imagen pétrea de España no comprenden qué significa pertenecer a la Unión Europea. El Reino de España ha mejorado su posición en el ranking comunitario a costa del dubitativo baile del Brexit. Ha subido el escalafón. La Comunitat Valenciana, a cargo de sus dirigentes políticos, empresariales, institucionales, sociales y culturales, ha de aclarar en qué división y con qué objetivos se mueve para ser visible, fortalecer su imagen y marcar estrategia de futuro.

Proyecto. Desde hace tiempo la sociedad valenciana reclama el proyecto común que permita avanzar al país y a sus ciudadanos. Un proyecto de país. Prioritario: mejorar las condiciones de vida de la población en sus franjas generacionales y estamentales. Los jóvenes entre 18 y 35 años perciben sombrío su porvenir ocupacional y vital. Quienes sobrepasan los 55 siguen desahuciados laboralmente. Los pensionistas, asustados e irritados. Lo que pasa en Catalunya no es solo independentismo, también aflora el malestar social. Los empresarios catalanes, mejor formados y más inteligentes que los nuestros, lo saben: quieren una Catalunya estable y libre. Donde impere la ley y se respete la identidad y la dignidad de su pueblo.

¿Hay país? Aquí vemos cómo dirigentes complacidos se arreglan su bolsillo, sus saraos y reuniones insubstanciales. Se ríen sus gracias entre responsables políticos, cargos empresariales y sindicales para salir en la foto. Los medios de comunicación favorecidos, se proclaman portavoces de iniciativas sin posibilidad de éxito. Son nada y no conducen a ningún sitio. El Partido Popular, durante su hegemonía, se especializó en aparentar que hacían algo para no hacer nada. Y seguimos igual. Imagen banal y frívola de una tentativa sin razón ni destino. No hay criterio, ni equipo, ni objetivo. Ni masa crítica para que cualquier proyecto pudiera desembocar en realidades eficaces. Los líderes son imprescindibles en todo proyecto social y político. Pero si no hay país, cualquier esfuerzo común es inútil. No hay interés en que exista un país cohesionado. Hay territorio y las condiciones objetivas adecuadas para establecer y consolidar un proyecto equilibrado y estable. Abierto al mar. Convexo tierra adentro, cóncavo hacia el Mediteráneo. Como un amplio abrazo al horizonte.

Orígenes. La primera etapa autonómica que presidió Joan Lerma -el mejor president de la Generalitat Valenciana hasta hoy- borró los orígenes preautonómicos del primer Consell del País Valencià (1978-79) de la democracia, presidido por Josep Lluís Albiñana. Miembro del PSOE, que presidió el Consejo de Fuerzas Políticas del País Valenciano (1978-79). Embrión de la actual Generalitat Valenciana ¿Alguien imagina una Catalunya que reniegue de Josep Tarradellas o que el País Vasco ningunee a los presidentes en el exilio o en la clandestinidad? Aquí no hubo oscurantismo, sino luz y taquígrafos, para un proceso voluntarista. En el que participaron abnegada y desinteresadamente cientos de personas. Recibieron tan sólo una humilde medalla de bronce que reconoce su labor ¿Por qué será que todo acaba en monedas? Un territorio, con pretensiones de país, que actúa así con sus servidores generosos y honestos, ha de dar un frenazo en seco y replantearse su misión como proyecto común. Primero, examen de conciencia y luego, reparar el daño hecho a la colectividad. Ningún país que se precia emborrona su historia.

Recentralización. Después cabalgaron a su antojo por la Comunitat Valenciana los Dalton. Eduardo Zaplana, José Luis Olivas, Francisco Camps -los tres ahora procesados-, al abrigo del Partido Popular y de la mano con la corrupción que ensayaron en el caso Naseiro en 1990. Alarmado Mariano Rajoy, envió a Alberto Fabra, último presidente en la Generalitat del PP, para recomponer la situación. Fabra sufrió y tuvo en el Consell Jurídic de la C.V. (refugio de expresidents) el núcleo organizativo de la oposición interna: Francisco Camps, Rafael Blasco, Juan Cotino, Rita Barberá y los miembros del consejo que le enmendaban la plana. Circunstancia bien conocida por los partidos de la oposición de entonces: PSOE, Compromís y U.Podemos- I.U.

Caso valenciano. Objetivo: acabar con las autonomías. Procedimiento: arruinarlas con gasto desorbitado (comisiones) y la generación de deuda insalvable (caso valenciano). Remate: entorpecer la financiación justa para que las competencias autonómicas no se puedan ejercer con normalidad. Argumento: el Estado de las Autonomías que proclama la Constitución es imposible. Colofón: la recentralización salva a España de la hecatombe. Excepciones: Euskadi y Navarra están servidas con los privilegios de su cupo y concierto, que les proporciona independencia fiscal. Catalunya se rebela y no quiere ser autonómica con trampa. Madrid, con lo suyo y lo de los demás: paraíso fiscal. Consecuencia: el resto de autonomías, asfixiadas y resignadas, padecen el enfrentamiento -en el Estado español- entre el Régimen del 78 (llamado «de la Transición») y los territorios disidentes (Catalunya representa el 20-25% de España). Por un extremo y por otro, la reforma constitucional es inevitable.