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Gemma Martínez

El apunte

Gemma Martínez

¿Con qué Pedro Sánchez me encontraré hoy?

El domingo cogí el coche a media tarde para venir al periódico. La semana había sido dura y dediqué el séptimo día a descansar, a reponer el depósito de las neuronas para afrontar la jornada laboral que terminaría a la 1.30 de la madrugada. Descreída tras una campaña que el domingo ya califiqué como fugaz, avinagrada y plomiza, decidí que solo votaría si de camino al trabajo podía aparcar en la puerta del colegio. En caso contrario, seguiría mi camino y ejercería mi derecho a estar aquejada de desafección por parálisis gubernamental. El bulevar estaba semidesierto, aparqué y deposité mi voz a favor de un partido diferente al de abril. Elegí la papeleta color castigo, tras una reflexión que concluyó que no era mi responsabilidad garantizar la gobernabilidad de España, sino contribuir a dibujar la radiografía de un electorado contracturado y ultraplural. Hacer política es para los políticos y no fui yo la que convocó unas segundas elecciones que nunca me gustaron. La noche demostró que muchos seguimos el mismo camino, el del multipartidismo. Pedro Sánchez, obcecado con gobernar en solitario, incumplió sus expectativas de salir reforzado de unos comicios que redujeron los apoyos del bloque de izquierdas, dieron oxígeno al PP de Pablo Casado y convirtieron a Vox en la tercera fuerza. La ultraderecha ya está aquí, como bien escribía en estas páginas Alfons García. Todo gracias a Sánchez el antipodemita, el que no podía dormir con alguien que defendía que en España existían presos políticos; Sánchez, el garante de la estabilidad; Sánchez, el que iba a traer a España a Puigdemont; Sánchez, el que no le dejaría las llaves de su casa a Pablo Iglesias, porque no se fiaba de él y no valía la pena intentarlo. Todos esos Sánchez de hace poco más de una semana desaparecieron el martes y dieron paso a Sánchez el amnésico; el de donde dije digo, digo diego; el que da abrazos exprés; el ilusionado con un gobierno progresista y de coalición. ¿Con cuál de todos me quedo? Como dijo Michel de Montaigne ningún hombre esta exento de decir tonterías; la maldad consiste en decirlas deliberadamente.

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