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Imágenes cruzadas

Naturalezas fin de año

La última mañana del año, Ximo Puig pasea por los alrededores del Mercado Central. Me encuentro con él y me dice que está callejeando por el centro de Valencia para ultimar las compras para despedir el año. La naturalidad de Ximo Puig me retrotrae a mis años de Estocolmo, ciudad en la que no era tan extraño cruzarte con el primer ministro en el supermercado del barrio o pedaleando en bicicleta desde su casa hasta el impresionante edificio del Parlamento.

Horas después, Ximo Puig insiste en A Punt en la urgencia de un Pacto Verde para salvar una naturaleza, un planeta, que se nos está muriendo cada minuto que pasa, también la Comunitat. Sus aliados del Botánic elogiaron el acento verde y la oposición lo tachó de vacío dando la impresión de que querían subrayar, sin proponérselo, el segundo mensaje elegido por el President para su discurso de fin de año: el grave riesgo que corren muchos pueblos y bastantes comarcas en los que las formas de vida más próximas a la Naturaleza pueden convertirse en una naturaleza muerta. Me ha parecido ver en la elección del escenario la mano de Paco Cerdá, el delegado del President para asuntos de Cultura y gran experto en lo que él ha llamado con gran acierto nuestra Laponia. Del Verde al Vacío los mensajes de Puig están en la diana de lo que ahora corre por las redes.

A la presidenta de la Comunidad de Madrid por el contrario se le han ido las cosas por los cerros de Úbeda. Ha elegido también un pueblo, Chinchón, para la imagen de fin de año pero a su actualidad se la han cruzado un par de frases pronunciadas en la intimidad de un estudio radiofónico y afirmando que la contaminación del medioambiente no es letal, no produce muertes, al menos en Madrid. Una cascada de testimonios, procedentes de muchas fuentes, le han recordado que son datos de las instituciones sanitarias y de los organismos que estudian las grandes tendencias de la salud y de la morbilidad los que dan fe de que la polución de la Naturaleza provocada por la acción humana produce muertes como las produce el tabaco o determinadas dietas.

El Verde, el Pacto Verde, o el New Green Deal, como dice la congresista norteamericana Alexandria Ocasio-Cortez, es también la bandera que ondea la nueva Comisión Europea que dirige otra mujer, la alemana Ursula Von Leyen. Pero no todos los países, o los políticos de esos países, parecen dispuestos a seguir esa nueva línea de protección de la Naturaleza. El fracaso de la cumbre del Clima en Madrid reveló la fuerza que tienen el politiqueo y el egoísmo nacional —que suele ser egoísmo de los intereses económicos— a la hora de aceptar la verdad de las amenazas que corre nuestro sistema de vida y los peligros que acechan al medio natural.

La Naturaleza tiene sus leyes también cuando se trata de personas. La naturaleza, su carácter, le jugó una mala pasada al Papa Francisco a quien medio mundo ha visto dando un manotazo a la feligresa que desde detrás de la barrera de protección plantada en la plaza De San Pedro atraía hacia sí compulsivamente la mano derecha del Papa haciendo que estuviera a punto de perder el equilibrio. Horas después, Francisco pidió excusas por una reacción humana, muy humana y, curiosamente, muy coherente con la imagen que nos muestra la excelente película de Fernando Meirelles «Los dos papas». Una curiosa proyección de la doble naturaleza de la ficción .

Otro impulso natural es también el abrazo, —efusivo, abarcador, caluroso— con el que Pablo Iglesias suele expresar últimamente su buena sintonía con Pedro Sánchez después de las desconfianzas y los malos modos de la primavera y el verano. Son abrazos que auguran un ambiente anímico ideal para llevar adelante los muchos esfuerzos que le esperan al primer gobierno de coalición que hay en España después de 90 años.

Pero la imagen más deliciosa de Naturaleza en esta entrada de década, tan repleta de emociones, nos la ha dejado, como viene siendo habitual en la Nochevieja española desde 2015, el vestido de Cristina Pedroche en Antena 3. La expectación suscitada y la sofisticación lograda con esa especie de segunda piel tejida con escayola dorada por el artista Jacinto de Manuel han elevado la apuesta de las doce campanadas a una ambigüedad difícil de superar.

El show de la Pedroche ha multiplicado por cuatro las audiencias de esos minutos en A3 y ha situado la moda, —o la exhibición y el postureo con la moda—, en una especie de éxtasis para el mirón que es también una gloria para el espectador. El vestido de este año era una pura paradoja, un desnudo sin un centímetro de piel, y rememoraba la Metrópolis de Fritz Lang dando una vuelta de tuerca a la moda, el espectáculo y el «más difícil todavía».

Por encima de todo, y como se encargó de anunciar la propia presentadora en el previo de las campanadas, era una performance que rendía homenaje al reciclaje y al aprovechamiento de todos los materiales que hay en la Naturaleza empezando tal vez por el más valorado en la sociedad actual: el poder de las imágenes y la atención de los espectadores.

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