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Ha llegado para quedarse

Y llegó el momento de escribir sobre él. Era inevitable. Ineludible. Porque de él se habla en todos los foros que se precien: desde Twitter hasta La Resistencia, desde Instagram hasta El Hormiguero. Bueno, puede que en el de Motos no, que lo ven críos, pero en los demás, en todos. Porque no se comenta otra cosa. Porque aparece en todos los memes, en todos los chistes, en todas las conversaciones femeninas y algunas, también, de las masculinas. Porque disertan sobre él las más conocidas youtubers, las feministas más empoderadas, las famosas de medio pelo y también las de melena, las que están y las que son, pero también las amigas de toda la vida y la que te hacen las uñas de gel en el salón de debajo de tu casa. Todas. Porque nadie puede ya permanecer ajeno al imparable éxito del que es, afirmo rotundamente y con conocimiento de causa, el mejor invento mecánico desde que un tal Otis -igual el nombre les suena de releerlo con compulsiva fijación cada vez que evitaban entablar conversación con su vecino del quinto hasta llegar al bajo-. Pues desde que el señor Elisha Otis, decía, ideara un sistema para transportar personas a distintas alturas. Qué digo. Más aún: desde que John Fisher dejó de apreciar las lindezas de su propio ombligo y, al desviar la mirada hacia su santa esposa, se dio cuenta de que la pobre señora no daba abasto con tanta ropa sucia que lavar. ¿Que de qué hablo? Pues de qué va a ser: del estimulador de clítoris, ¿cómo no? El revolucionario aparatejo que ha irrumpido en los hogares de gran parte de las pertenecientes al género femenino de todo el primer mundo, vulgarmente conocido también como «succionador de clítoris», aunque succionar, lo que se dice succionar, no es que succione. Pero eso se lo cuento luego. ¿Que no saben de qué va, ni de qué hablo, ni qué coño es eso? Pues lean, lean.

El estimulador de clítoris es un innovador y novedoso ingenio de masturbación femenina ideado, por fin, sólo para mujeres y su aparato genital, ya que en nada se parece al resto de los instrumentos que hasta ahora proliferaban en el muy machista mercado del onanismo supuestamente para féminas. Hablo, claro, de dildos, consoladores y demás familia, utensilios exclusivamente vaginales que gustaban a algunas y a otras, no tanto. Pero esto es otra cosa.

Hay varias marcas aunque una de ellas parece ser la estrella indiscutible -permítanme que no haga aquí publicidad, pero no tienen más que buscar en internet el aparatito rosa con forma de maquinilla de afeitar-, pero todas ellas se basan en el mismo concepto: la estimulación indirecta del clítoris mediante la emisión de ondas y pulsaciones de aire.

Quizás así, sobre el papel, no suene tan sumamente espectacular, ¡pero, ay! Créanme si les digo que el artilugio es el acabose. El paroxismo más absoluto. La releche, por hablar en jerga coloquial. Y es que su inventor, un alemán septuagenario, por cierto, garantiza orgasmos en menos de dos minutos y no tienen sino que bucear un poco en la red para leer los comentarios de mis congéneres afirmando que lo cumple y con creces. Así que ya verán: el fenómeno del estimulador de clítoris ha llegado para quedarse y marcará un antes y un después en la sexualidad de la mujer.

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