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Butaca de patio

La cara oculta de los Goya

Cuando ya era un octogenario, el maestro Fernando Fernán Gómez solía remarcar la inestabilidad y la fragilidad de la carrera de los actores. A pesar de ser un consagrado, uno de los intérpretes de cine, teatro y televisión más brillantes de este país, Fernán Gómez indicaba a los periodistas un teléfono fijo de su casa y proclamaba: «Ve usted ese teléfono. Pues igual suena que no suena para ofrecer buenos papeles. Un actor puede estar en paro, aunque cuente con un impecable currículo». En otras palabras, detrás del glamour, más allá de las alfombras rojas y de los lujosos vestidos de diseño, de los fotógrafos y de las cámaras de televisión, la mayoría de aquellos que se dedican al cine no viven en esa nube dorada. Así las cosas, los cineastas, desde directores a maquilladores o peluqueros, se buscan la vida como pueden y muchos de ellos han de compaginar su vocación con todo tipo de empleos para salir adelante. El propio cine ha reflejado esa amarga realidad en más de una ocasión y recuerdo al personaje que en La vida inesperada (2014) interpreta Javier Cámara encarnando a un actor español que desea triunfar en Nueva York y debe conformarse con trabajar en un restaurante. Tal vez por estas razones aquellos que tachan las frecuentes reivindicaciones del mundo del cine de frivolidad o capricho de niños mimados, deberían reconsiderar sus demagógicas afirmaciones. Porque si bien es cierto que las galas de los Oscar o de los Goya representan el gran escaparate del cine, la cara que se oculta tras las bambalinas encaja mejor con la realidad.

En este sentido, no cabe sorprenderse de que en las últimas ediciones de los Goya las gentes del cine hayan protagonizado, sobre un escenario y para millones de telespectadores, sonoras protestas contra la guerra de Irak, contra la subida del IVA o a favor de un más decidido apoyo de las instituciones públicas al sector. No cabe olvidar que el cine supone una expresión artística, pero al mismo tiempo da trabajo a 72.000 profesionales y significa una seña de identidad de nuestro país en el extranjero. Sin ir más lejos, en la vecina Francia y en su llamada excepción cultural contamos con una buena prueba de los réditos culturales y económicos que genera el cine. Por otra parte, a aquellos aficionados que se fustigan con ese complejo del bajo nivel del cine español, convendría recordarles los innumerables premios internacionales que ha cosechado comenzando por José Luis Garci o Gil Parrondo y acabando en Alejandro Aménabar y Pedro Almodóvar sin olvidar nombres como Luis García Berlanga, Juan Antonio Bardem, Carlos Saura, Montxo Armendáriz, Fernando Trueba, Antonio Banderas, Penélope Cruz, Javier Bardem y un largo etcétera. A una semana de la entrega de los premios Goya y con los Oscar en perspectiva que nadie se extrañe de que algunos famosos se solidaricen con sus compañeros menos afortunados o que clamen por un mayor respaldo al cine. Esos gestos honran a aquellos que recuerdan, como Fernán Gómez, que la profesión de cómico esconde muchas penalidades cuando se apagan los focos.

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