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La ventana

La furia desatada

El sonido del viento que envuelve la noche con su silbo me empuja a levantarme. Quedarse quieto es para valientes. Esos pitos siniestramente aflautados que vienen y van le zumban al sueño y te preguntas hasta dónde son capaces de llegar. Me asomo al ventanal y la araucaria está temblando. Al fondo, el mar echa espuma por la boca pese a que la bruma atenúa el impacto antes de que las olas desvelen el rascacielos que llevan dentro. La amenaza la tenemos encima. Nada más amanecer, el teléfono se enciende. La familia y los amigos tan próximos en la lejanía llaman para interesarse por lo que está ocurriendo. El paso de Gloria no es ninguna broma pero la repetición de las imágenes hasta la saciedad hace que el efecto adquiera una dimensión descomunal para los que andan viviéndolo a distancia. Estaba claro que esto iba a pasar. La irrupción de un gobierno sanchista/comunista/populista/bolivariano no podía traer desde luego nada bueno. En numerosos rincones una legión de chavales no ha acudido a escuelas que han echado el cierre. A las criaturas se les entorna la luz de la que disponían en todos los lugares menos en Murcia y su región donde un pin mesiánico ha llegado para rescatarlos de las hordas viciosillas. Los salvadores del escuadrón infantil no han dicho que Gloria sea la consecuencia lógica a tanta perversión, pero lo piensan. Es en lo único que piensan. Aunque esta borrasca dirá adiós, el tormento seguirá azotando las cuatro estaciones porque el cóctel de lluvia, vendaval y nieve no es consecuencia del cambio climático, por dios qué va, sino de los demonios que han cogido por banda las riendas del mapa con el único propósito de darle la vuelta y acabar con los usos y costumbres consagrados en la única patria posible que es una, grande y libre. Esa libertad auspicida por quienes no creen en ella. De cualquier modo no hay que dejar pasar que la nieve caída en las cepas presagian una cosecha guapa para empinar bien el codo. ¡Uummhh! Algo es algo.

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