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Alfons García03

A vuelapluma

Alfons Garcia

He perdido mi sombra

He perdido mi sombra. Dentro de casa no la encuentro. Lo que proyectan de mí las bombillas es otra cosa desalmada. He perdido mi sombra y sin ella, no me encuentro. He empezado a buscarla entre libros de poesía. Estuve a punto de rozarla en un poema de Karmelo C., pero nada, se escabulle entre los barrotes de lluvia. El encierro es más encierro si hay lluvia. Los aplausos no suenan igual cuando llueve. Los vecinos se meten rápido en sus habitaciones. No se quedan comentando la última noticia. No hay bromas que crucen de lado a lado de la calle. Alguno ha colocado una bandera española, como cuando lo de Cataluña, que debió de ser gordo pero ya no me acuerdo de qué iba. Otros han colgado un manto de la virgen santa más cercana. Que cada uno se agarre al palo que quiera. No estamos para exquisiteces intelectuales. Me cogería al de la ciencia, pero tampoco lo asiría muy fuerte, porque tampoco han estado finos en las predicciones y estimaciones sobre el virus. Nadie es perfecto. Todas las crisis son una cura de humildad. Mientras duran. Luego, ya veremos. En las económicas las culpas las cargan los economistas, por su don para predecir el pasado. En una crisis sanitaria es lógico recordar a los científicos. Necesitamos certezas, seguridades sobre lo que pasó y está pasando, pero la realidad es que la vida es un camino entre arenas movedizas. El suelo puede dejar de ser firme en el próximo paso, pero pasamos por el mundo pensando que pisamos hormigón armado. Hasta que un día el pie falla. Entonces necesitamos culpables para sentirnos un poco más seguros y consolados, pero es un ejercicio hueco. Si no los hay más evidentes, siempre quedan los políticos. Seguro que algo han hecho mal, aunque conozco unos cuantos que llevan muchos días durmiendo poco y tomando decisiones como quien busca el interruptor en la noche, con pocas garantías técnicas detrás. Nadie les reconocerá el esfuerzo. Va en el cargo. Y yo sin mi sombra, mientras estos días se parecen unos a otros como dos gotas de ginebra. Eso dice Karmelo. A mí la ginebra siempre me pareció colonia para el estómago. Alcohol de quemar en copones con más retórica que gloria. Pero tranquilos, que todo esto pasará y volveremos a ser los mismos de siempre, como cuando íbamos a refundar el capitalismo y a conquistar los cielos. Después de la humildad viene siempre la soberbia. El péndulo es necesario para el equilibrio de la civilización. Aunque en este caso se avecinan nubarrones económicos entre una tormenta perfecta de gasto público necesariamente disparado e ingresos por los suelos. Pero todo esto pasará y seguiremos aquí, y no en Maine, en una casa colgando de un mar helado, escuchando al lúcido Richard Ford sentenciar que escribir sobre esto (para qué un sustantivo si todo el mundo sabe de qué estamos hablando) no es lo mismo que tomarse esta emergencia en serio. O al menos, lo suficientemente en serio. Ni una sola hoja impresa vale un minuto del trabajo de los que están en hospitales o residencias de ancianos. Quiero pensar que la escritura quizá reconforte a alguien en estos tiempos de separación y distancia, tal vez de anarquía, como los llama Ford. Ojalá mi sombra se haya perdido allí, en el norte del mundo, donde casi no hay nada, solo agua y bosques, cerca del viejo escritor. Si no, puede ser que esté en algún lugar más próximo, esperando aún algo, o a alguien. Pero no estoy seguro. Eso dice Karmelo. Yo tampoco lo estoy.

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