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Reflexiones

Ahora, ¿dónde pasear en zonas periurbanas?

La emergencia sanitaria ante la saturación de los hospitales por contagios del coronavirus ha llevado a plantear el confinamiento en muchos países del mundo. Con la mejora de la situación, desde el domingo 26 de abril el desconfinamiento parcial autoriza salir a los niños, también a un kilómetro alrededor de casa. Muchas personas, como yo, viven en zonas periurbanas, donde, se obvia que la naturaleza es más accesible.

Pero esto no es tan evidente. Si ya pasear a mi perro hizo que me preguntara sobre la calidad y cantidad de itinerarios en la naturaleza cerca de casa, ahora, cuando de lo que se trata es de salir de paseo con mis hijos, la pregunta tiene aún más relevancia. Ya no se trata sólo de caminar un rato, sino de pasar un momento agradable, seguro y placentero con los pequeños de la familia.

La experiencia del confinamiento ha puesto en evidencia que las zonas periurbanas ofrecen pocos itinerarios de calidad que respondan a estos tres criterios y, además en ellos, la naturaleza es a duras penas un marco ameno y placentero. Varias son las causas: los recorridos posibles están 'descosidos', se alternan caminos rurales con arcenes de carreteras; existen escasas conexiones entre crestas y fondos de barrancos; y, en general, lacirculaciones peatonales no están acondicionadas adecuadamente, estética y funcionalmente.

Además de los problemas de los circuitos, está el de la calidad de los paisajes que vemos desde éstos, los panoramas que se nos ofrece. Si la orografía montañosa nos permite cambiar en pocos metros de perspectiva (pasar de la visión de un paisaje árido a uno con mayor presencia de árboles, de un paisaje de barranco a uno más rocoso con apenas algunos arbustos, de un urbanismo de casas autoconstruidas a urbanizaciones de viviendas aisladas pasando por operaciones homogéneas repetitivas), la calidad visual de éstas es muy desigual.

Desde estos dos puntos (circuitos y perspectivas), cabe preguntarse cómo se potencia y gestiona la naturaleza en estas zonas periurbanas, cómo se cuida y mejora el paisaje que conforma este entorno y cómo se optimizan y organizan funcional y estéticamente las circulaciones peatonales.

Las respuestas se sitúan en la planificación, el control y la gestión de los espacios públicos y privados. Acciones bien complejas que implican transversalmente a numerosos y variados actores (institucionales y no institucionales).

Sin pretender ser exhaustivos, los preceptos del urbanismo sostenible, las circulaciones se optimizarían y se acondicionarían de tal manera que la continuidad y la seguridad de los paseantes fueran garantizadas.

También dicho urbanismo defiende el aumento de la masa vegetal presente en estas zonas, así como la mejora estética de la vegetación existente. Esto permitiría que los diferentes paisajes tendieran a un mayor equilibrio entre mineral y vegetal, lo que suavizaría el impacto visual de las construcciones, cuantitativa y cualitativamente.

Todo ello con el fin de responder a las necesidades de recreo de proximidad de los ciudadanos y disminuir el uso de los vehículos privados para ir a zonas de esparcimiento. Si en el continente europeo el urbanismo sostenible se apoya en la trama verde y azul de corredores ecológicos, de bosques y ríos (o riachuelos), para potenciar la naturaleza y ofrecerla a la periferia urbana; nosotros podemos hablar de trama cresta/fondo. La permeabilidad peatonal a lo largo de estos dos puntos permitiría un tramado y conexiones capaces de ofrecer largos y variados recorridos.

Esto, que cobra una importancia mayor en esta situación de alarma, no deja de ser un problema significativo en un contexto de normalidad, puesto que, además de ayudar a la recuperación de la naturaleza y la biodiversidad, combate la sedentarización y añade calidad de vida a los habitantes de estas zonas.

Ya no saldríamos sólo a pasear en periodo de desconfinamiento, con perro y/o niños, seguro que también lo haríamos con mayor asiduidad en periodo de normalidad.

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