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Colón y el Séptimo de Caballería

Quién nos iba a decir a los niños que los domingos nos tragábamos en el cine del Tío Amadeo las películas de indios y vaqueros que a estas horas estaríamos escribiendo sobre Colón, la Reina Isabel la Católica, Juan de Oñate y el Séptimo de Caballería porque un policía blanco sin alma asesinó a un negro, George Floyd. Una ola de protestas y manifestaciones en contra del racismo, todavía muy presente en la USA de Trump, nos ha mostrado fotos de jóvenes rubios americanos junto a una estatua de Juan de Oñate, conquistador, nieto de vascos, nacido en México y que fue el primero que contactó con los apaches mucho antes de que lo hicieran a toque de trompetería los hombres de azul del Séptimo de Caballería entre los entusiastas aplausos de los niños de nuestra época que sólo entendíamos que los de uniforme azul a caballo ensillado eran los buenos y los indios con pluma y caras rayadas y caballos sin silla de montar, con cara de malos, eran, eso, los malos.

Pues, no. Ahora el malo malísimo era un navegante que buscaba comerciar con especias por una ruta más corta, que murió sin saber que había descubierto para el mundo y la cultura europea un nuevo mundo y que encontró en la reina de Castilla los apoyos que le negaron en Portugal. Intuición femenina sobre si lo que contaba Colón pudiera ser verdad€ Esa reina, y está escrito en un testamento ejemplar en defensa de los pobres, pidió ser enterrada en Granada, por hermanos franciscanos pues referente para ella era el santo de Asís, sin lujo alguno y junto a su esposo Fernando, que a pesar de casarse en segundas nupcias, quiso cumplir con el deseo de Isabel. Ya ven cómo lo de Castilla y Aragón es difícil de desunir cuando los que las unieron se muestran juntos hasta la eternidad. Así son las cosas de la historia.

Toca ahora desmontar la historia para montar otra historia. En España solo cuatro gatos de los que estudiaron el bachillerato antiguo saben algo del primer explorador de Texas, Nuevo México y Arizona. El susodicho Juan, que se casó con una nieta de Moctezuma, -las élites siempre han acabando uniéndose entre ellos- no ha ocupado espacios de honor en la historiografía española. Todos los niños de nuestra generación aprendimos lo de Hernán Cortés y Pizarro. Los otros eran actores secundarios. Los niños y adolescentes españoles que estudian Primaria o Secundaria no saben en 2020 qué es lo que se celebra el 12 de octubre. Les aseguro que muchísimos, una gran mayoría de niños y niñas, no saben nada de Cristóbal Colón ni de Isabel la Católica. ¡Como para saber de Juan de Oñate! Un servidor recuerda a una joven licenciada en Historia por la Universidad de Valencia, bibliotecaria, que se enteró por mí de que Filipinas había pertenecido a España. «Eso no lo he estudiado», me dijo. Y desde luego que no lo estudió ni en su bachillerato ni en la universidad, ni siquiera por haber leído de casualidad algo sobre Filipinas.

Pero si toca manifestarse en contra del racismo nada mejor que hacerlo desmontando estatuas de Colón, de la reina Isabel y de ese Juan de Oñate que antes de que los americanos nos mostrasen sus hazañas contra los indios comanches y apaches, unos con rifles y los otros con flechitas, ya se había encargado de amputar pies a indios de tribus perdidas. Por cierto, gesto que le costó un juicio severísimo de las autoridades españolas de la época, con retirada de todos los honores y condenado y desterrado por crueldad. Desconocemos si algún mando del Séptimo de Caballería ha pasado por algún tribunal acusador. Ahora, jóvenes americanos altos y rubios la toman contra Isabel la Católica, Colón y el tal Juan de Oñate. Lo único que me consuela es que, al contrario de los jóvenes españoles sí deben estar enterados del 12 de octubre, de Colón y hasta del nieto del de Oñate. Aquí eso pasó a la historia.

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