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Alfons Garcia

Esperando lo que nunca pasa

Me miro en el espejo y descubro surcos que no estaban. El tiempo se ha acelerado en esta estación extraña que no tiene fin. Llegó el calor, pero persisten los miedos. Prometo que era otro el que estaba ahí, devolviendo la mirada, hace cinco meses. Prometo que sus ojos sabían sonreír. Nunca una primavera fue tan letal. Empecé a juntar una lista de muertos ilustres en este tiempo y la dejé marchar el día que le tocó a Marsé porque parecía ya una invocación a otros.

A este país la pandemia le ha cogido en un momento revuelto, de esos en los que uno tiene la sensación de que pasan hechos históricamente más importantes de los que se observan en el día a día. Dice Manuel Vilas algo así como que España se divorcia de sí misma cada 40 ó 50 años. Y en ese margen estamos, decidiendo si nos divorciamos de la transición y no sé si del mínimo de concordia para una convivencia decente. Deben de ser las arrugas, porque el país que se atisba al otro lado me empieza a producir vértigo.

Cuando llegan los fines de curso, es difícil no levantar la mirada hacia el horizonte. El curso que viene tenía que ser clave para la mayoría de líderes valencianos, pero el virus proyecta una sombra de incertidumbre. Puig ha dado indicios claros de que quiere continuar un periodo más al frente del PSPV (y de la Generalitat). Tiene a su favor que José Luis Ábalos no da síntomas a su vez de querer quemar fuerzas en una disputa interna, aunque sea a través de cabeza ajena. No es la mejor imagen ver a dos gobernantes socialistas disputándose un territorio. Y menos en un contexto de dificultades sociales y económicas. Si sus leales ejercen como tales, aquí paz y después ya veremos si gloria.

Este tiempo acelerado aún puede correr más rápido para Isabel Bonig. ¿Qué será de ella dentro de doce meses? El congreso regional del PP debería celebrarse antes del verano de 2021, aunque hay quien aventura un adelanto al otoño próximo para afianzar una posición de liderazgo en la oposición al Botànic en un tiempo de emergencia. Bonig ha demostrado su capacidad de superviviente y ahí sigue, pero los guiños entre Teodoro García Egea, el que tiene el mando orgánico del partido, y el barón de Alicante Carlos Mazón son muchos.

Ciudadanos no se enfrenta a una renovación de cúpulas, sino a algo más trascendente, una definición de su proyecto. Se presentó a las elecciones autonómicas de 2019 con un discurso nítidamente de derechas y, tras el fracaso en las generales de noviembre, intenta recuperar el centro y activar la bisagra para pactar con izquierda y derecha e incluso taparse la nariz si hay que abrir la puerta a la ultraderecha. La decisión esencial para Cs será si rompe el pacto en la Diputación de Alicante con el PP y deja a los populares sin su principal trono institucional. Una operación de riesgo que posiblemente fragmentaría el partido.

Compromís (su proveedor principal de militantes, el Bloc) ya debería haber reafirmado la línea social, verde y edulcoradamente nacionalista que tan bien ha funcionado a BNG y Bildu, pero el virus mantiene en letargo un congreso importante. No hay mal que no pueda tener algo positivo, pensarán algunos, porque a los nostálgicos de las esencias les quedan menos argumentos ahora, tras lo sucedido en Galicia y Euskadi.

El curso más fácil, a primera vista, debería ser para Podemos, que ya ha pasado por el trauma de renovar dirección, pero los ajustes de cuentas y el grado de hostilidad entre vencedores y perdedores (por una mínima diferencia, pero la democracia tiene estas obligaciones) no presagia una etapa tranquila.

De la ultraderecha hay poco que decir porque su reino no está en Valencia. Las estructuras de Vox en estas tierras tienen pinta de acabar maltrechas, pero tampoco parece que importe mucho para unos electores que miran a Madrid.

Llegan los días de descanso, aunque no deja de ser tan extraño como los meses últimos. Pese a todo, seguiremos esperando que lo que nunca termina de pasar ocurra. Eso no cambia. Y si a la vuelta del reposo alguien nos sigue esperando, ya es bastante. Algo así era la vida. Y en eso no creo que mute, coronavirus mediante.

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