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A VUELA PLUMA

Alfons Garcia

Alegrías y tristezas

Dicen que las tristezas y las alegrias han de congeniar bien para conservar una mente sana. Dicen que hay que asumirlas como engranajes ensamblados en el motor de la vida, aunque a los que sospechamos ante el primer indicio de felicidad que solo puede ser el preámbulo de una gran desgracia nos cuesta dar el mismo valor a unas y otras. Sí, cenizos nos llaman. Como si no fuera poco con sobrellevar tanta carga existencial. La tristeza puede dejar grandes canciones, pero no tiene buena prensa.

Alegría. Parece que hay que alegrarse por la superabsorción y el gran banco (o al revés). Especialmente los valencianos, porque aquí se queda el casoplón para los días de fiesta. Pero la fusión parece sobre todo la gran carcasa final de la vieja crisis antes de que nos atropelle la nueva. Un remate luminoso antes de la oscuridad. Supone también la extinción de los últimos vestigios del sistema financiero valenciano. No busquemos culpables en Barcelona o Madrid. Están más cerca. Permitimos que unos políticos utilizaran las cajas para sus antojos personales e intereses partidistas y esto es lo que hay: la nada, conjunto vacío. Bueno, queda la honrilla de la sede legal en València, pero eso da pocos réditos (económicos o sociales). La realidad es que no hay ningún consejero valenciano ni rastro de poder económico valenciano en el nuevo gran transatlántico financiero. ¿Es para estar contentos?

Tristeza. La financiación autonómica ha vuelto a sufrir otro retraso esta semana. Perder cansa. A veces hay que recurrir al victimismo para sobrellevar las derrotas, pero es una estrategia pueril. La de la financiación es una crónica de derrotas desde las transferencias del Estado a las autonomías de los años 80. Desde entonces siempre ha habido un contexto que ha retrasado (hasta impedir) las mejoras y ha coartado las reacciones. Es evidente que la reforma no va a estar ahora ni dentro de seis meses, pero si se retrasan los borradores y la negociación el problema no estará arreglado cuando la crisis pase y a saber qué contexto nos atenazará entonces. Está bien pedir compensaciones transitorias (qué menos) y algún gesto sobre la deuda histórica, pero convendría además unidad y que los partidos del gobierno no vuelvan a actitudes melifluas a hora que los de Madrid son de la misma onda. Ximo Puig y el Botànic se juegan una parte importante de su credibilidad. Son tantas batallas perdidas que es fácil que la ciudadanía confunda la comprensión con resignación y flojera. No se puede ignorar que el Ejecutivo de ahora asume sin chistar la infrafinanciación, ni que las circunstancias son extraordinarias, pero parece que siempre las hay cuando preguntamos cómo va lo nuestro (y de otros, de muchos). O salimos de una crisis financiera descomunal y las prioridades son otras, o nos cuesta respirar en una crisis sanitaria y social con un Gobierno en minoría que no tiene claro siquiera sacar adelante unos presupuestos. Como en el fango también hay sonrisas, siempre nos quedará la capacidad de este ministerio para rectificar. Ahí está el caso de los remanentes de los ayuntamientos.

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