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Desirée González-Concepción

Mis queridos reyes magos

   Llegan los Reyes Magos, llega la noche mágica, la noche de la ilusión de nuestros niños. Camellos y pajes cargados de paquetes llevarán la emoción a todos los hogares. Familias inquietas a la espera de la hora prudencial para abrir los regalos. Familias que han hecho todo lo posible para que los sueños de los pequeños se hicieran realidad.

Atrás quedó el carbón o algún regalo de menos para aquellos niños que sacaban malas notas o su actitud en casa no era la más adecuada. Los propios niños saben que los Reyes les traerán la lista entera y es posible que algún regalo extra. Ya no es necesario especificar en la carta “este año me he portado bien”. Sea cual fuere su actitud en los meses anteriores la recompensa será la misma. Los Reyes serán tan complacientes y permisivos como los padres.

Una vez más las pantallas digitales triunfarán en el día de Reyes. Niños y adolescentes que se derriten ante un móvil, una tablet o un videojuego. Menores que pasarán gran parte del año que comienza como verdaderos adictos digitales. Padres que no son conscientes de los peligros del exceso de la tecnología, ya que ellos mismos abusan día tras día del uso de los teléfonos inteligentes o las consolas de juegos. Incluso me atrevería a decir, que tener a los niños enganchados y narcotizados al mundo digital, da un respiro a las familias. Una manera de evitar que los niños se rebelen ante cualquier orden porque siempre quedará la amenaza “te quito el móvil”. Una forma de que los niños no “molesten” y los padres puedan conectarse a sus whatsapps o redes sociales sin riesgo a interrupciones inoportunas. Familias convivientes que apenas se conocen, que apenas comparten diálogo y experiencias. Niños y adolescentes que viven sumidos en un mundo paralelo donde el postureo y la violencia predominan en sus móviles y videojuegos.

Pero aquí no acaba la gravedad del asunto. El investigador James Robert Flynn, recientemente fallecido, puso de manifiesto como el cociente intelectual de los niños había experimentado desde 1938 una subida de 2-3 puntos por década. Pues bien, el denominado “efecto Flynn” se ha detenido desde el año 2008, época que coincide con la llegada de los primeros nativos digitales. Lo que viene a decir que las nuevas generaciones tienen un CI más bajo que el de sus padres. Sin duda, una señal de alarma, totalmente inquietante, que, como mínimo debería hacernos recapacitar.

Aunque exista la opinión generalizada que los videojuegos fomentan las habilidades cognitivas, no deja de ser una información sesgada y totalmente manipulada. Los videojuegos que manejan nuestros niños no suelen ser instructivos, simplemente entretienen y suelen fomentar la violencia. Está demostrado científicamente que la exposición excesiva a las pantallas no favorece la concentración, la memoria o el lenguaje. Además interfiere en el sueño, disminuye las relaciones interpersonales, produce una caída de las calificaciones escolares,… Hablamos de niños y adolescentes que pasan varias horas al día “pegados”a las pantallas, tiempo que podrían dedicar a realizar actividades físicas, leer o acercarse a la cultura. Hablamos de que este abuso altera el desarrollo del cerebro de nuestros hijos y los empobrece enormemente. Hablamos de que, si no se pone remedio, aumentarán las desigualdades sociales entre la mayoría de niños totalmente expuestos a la tecnología y aquella minoría que sus padres preservan de esta “locura digital”. Actualmente no existe legislación al respecto como en algunos países asiáticos. No pretendo detener la revolución digital, pero el impacto negativo que ocasiona el mal uso de las pantallas debe ser regulado de alguna manera. Nos corresponde proteger a nuestros menores. Por ello y porque soy madre y profesora, apelo a la responsabilidad de las familias. No es posible que nuestros niños además de contar con un CI menor que el de sus progenitores , no posean herramientas para solucionar problemas y sean incapaces de mostrar una actitud creativa y crítica ante la vida. Sin duda, las familias deben “despertar” para limitar el tiempo de exposición y controlar el contenido de las pantallas y, de esta manera evitar que las nuevas generaciones se conviertan en los esclavos del S. XXI

No quiero acabar sin ponerle voz a nuestros niños. Estoy muy segura que, de forma implícita, en sus cartas a los Reyes Magos, nuestros pequeños y no tan pequeños piden que sus padres estén más cerca de ellos, que los escuchen, que les hablen, que los acepten tal cual son, que a sus casas llegue la magia del amor y la complicidad… ¿Acaso hay mejor regalo para nuestros hijos? 

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