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Desirée González-Concepción

Sonría por favor… y, no solo para la foto

   Es analgésica, mejora el sistema cardiovascular e inmunitario, tonifica la piel, fomenta la creatividad, contribuye a mejorar las relaciones interpersonales, eleva la autoestima, ayuda a superar el estrés, alivia la depresión y la ventaja principal es que carece de contraindicaciones. Pues no, no me refiero a un medicamento revolucionario en el mercado, hablo de la risa, tan contagiosa y sin embargo, tan poco frecuente en nuestra sociedad.

Ciertamente echamos una ojeada a los periódicos o nos detenemos a escuchar las noticias y parece que el panorama no se presenta como para muchas risas. El año comienza con una gran incertidumbre, contratiempos añadidos a la crisis del Covid; Filomena, el Capitolio y la inmigración han captado toda nuestra atención. Como siempre, lo negativo se hace demasiado visible. Ante esta realidad que nos impacta y no nos deja indiferentes, solo cabe observar la actitud con la que cada uno de nosotros recibimos tal avalancha de sucesos.

Me remito a una frase célebre de Séneca: “Todas las cosas merecen nuestra risa o nuestras lágrimas”. Probablemente sea más sencillo llorar que reír, pero tampoco lloramos demasiado. Ambos procesos funcionan a modo de catarsis liberando emociones y pensamientos recurrentes. En especial, cuando reímos conectamos con la emoción y por unos instantes dejamos descansar nuestra mente. La risa nos libera del miedo, además desencadena procesos fisiológicos beneficiosos para el organismo, provocando una sensación de bienestar físico, mental y psicológico.

Mientras los niños son capaces de reír alrededor de 300 veces al día, los adultos no suelen llegar a 30. Perdemos la capacidad de reír y con ella la ingenuidad, la autenticidad. Decía Pablo Neruda “la risa es el lenguaje del alma”, desde luego la risa es capaz de hacer cualquier diálogo más cómodo y promueve la construcción de vínculos afectivos. Es por ello que la risa favorezca que la distancia entre dos personas resulte más corta, ya que nos convierte incluso en personas mucho más atractivas.

Me parece que en los tiempos que corren hacer uso del sentido del humor denota una exquisita imaginación e inteligencia en el “artista”. Buscar el lado positivo de lo que nos ocurre, con ironía, ingenio y elegancia es, sin lugar a dudas, todo un arte. Un arte sutil que cultivan unos pocos y funciona como un poderoso imán para los que disfrutan de tal experiencia. Todos nos acercamos a aquella persona que es capaz de sacarnos una sonora carcajada sin necesidad de mofarse o ridiculizar al prójimo, sin necesidad de caer en la descalificación del otro.

Resulta necesario encontrar oportunidades para conectar con la alegría, para conectar con esa risa genuina que sale del diafragma, esa risa que nos rejuvenece y nos hace brillar tanto. Busquemos motivos para reír y para esbozar sonrisas: una peli divertida, una pequeña reunión de amigos, escuchando nuestra música preferida, deleitándonos con un bello paisaje,…

Creo profundamente que resulta un interesante desafío invitar a la población a ser responsable a la vez que divertida; a convertirnos en adultos sin perder la inocencia, a mostrarnos como personas maduras sin perder ese “punto” de niños, a no dejar nunca de soñar,… En caso contrario, sonreiremos tan solo ante la cámara; sonrisas y risas forzadas que únicamente ayudarán a perpetuar nuestras máscaras y endurecer nuestras corazas. 

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