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Eliseo Oliveras

En clave europea

Eliseo Oliveras

Fracaso autoinfligido en la UE

La vacunación avanza con extremo retraso debido a errores y las deficiencias estructurales europeas y a su aversión a intervenir para incrementar la capacidad de producción de dosis

La vacunación contra la covid en la Unión Europea (UE) sigue siendo un fracaso sin visos de mejora a corto plazo. Es un fracaso autoinfligido debido a la reacción tardía y lenta de la UE, la insuficiente compra inicial de dosis, su política de limitar el gasto, unos contratos muy defectuosos y su aversión a intervenir en la actividad económica, apostándolo todo al libre funcionamiento del mercado. El presidente francés, Emmanuel Macron, reconoció al concluir el Consejo Europeo telemático que la Unión se equivocó «al carecer de ambición» y ser «demasiado lenta y burocrática». «Algunos de nuestros aliados han sido más rápidos», admitió Macron.

La cumbre de la UE no ha aportado ninguna respuesta efectiva a la escasez de vacunas. El plan europeo de incrementar la producción de dosis en otras factorías bajo licencia sigue sin materializarse. Hasta la Agencia Europea del Medicamento parece eternizarse en autorizar la producción de vacunas para la UE en la factoría Halix de AstraZeneca en Leiden (Países Bajos), como si no fuera urgente.

La escasez de dosis debido a los disfuncionamientos de la UE cuesta 16.500 muertes por coronavirus de media semanal en los Veintisiete, según los datos de Our World in Data, de la Universidad de Oxford. La insuficiente vacunación también agrava la crisis socioeconómica, debido a las restricciones y confinamientos y a las limitadas ayudas públicas en comparación con los más de 6 billones de euros de Estados Unidos. Macron destacó que EEUU habrá superado la crisis a mediados de este año, mientras que la UE no recuperará su nivel económico previo a la pandemia hasta 2022, un desfase que tendrá consecuencias negativas para el futuro de Europa.

El porcentaje que ha recibido al menos una dosis en los cuatro grandes países de la UE oscila entre el 9,5% de la población total de España y el 10,1% de Francia, según los datos del 25 de marzo de Our World in Data. Israel, por el contrario, ha inyectado al menos una dosis a más del 60% de su población, mientras que el porcentaje supera el 42% en el Reino Unido y el 26% en EE UU. Hungría es el país de la UE con mayor nivel de vacunación -el 18,7% ha recibido al menos una dosis- gracias a la compra masiva de dosis de la vacuna rusa Sputnik y de la china Sinopharm, sin esperar a la autorización de la UE. Incluso Marruecos, con el 11,6%, tiene un mejor nivel de vacunación que Francia y Alemania.

Para mejorar artificialmente la imagen de la UE, la Comisión Europea y el Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades (ECDC) enfatizan los índices de vacunación de adultos en los Veintisiete, que ofrecen unos porcentajes más altos y dificultan la comparación con otros países, pues la referencia internacional es el porcentaje de población total.

Ante la falta de dosis, los incumplimientos de AstraZeneca y los retrasos anunciados por Johnson and Johnson, el Gobierno alemán lleva varias semanas presionando a la Comisión Europea para que compre la vacuna rusa y para que la Agencia Europea del Medicamento acelere su examen de Sputnik después de ser avalada por la prestigiosa revista ‘The Lancet’ con más del 91 % de efectividad. Pero Berlín choca con la oposición ideológica de la Comisión Europea y de la Agencia del Medicamento. El comisario de Mercado Interior, el francés Thierry Breton, lo descartó públicamente: «La Unión Europea no necesita absolutamente para nada la vacuna rusa». Quizá Breton prefiere esperar a ver si la francesa Sanofi logra resucitar a fin de año su fracasada vacuna. 

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