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alberto soldado

VA DE BO

Alberto Soldado

Una voz en medio del desierto

Nadie dice lo obvio: se está especulando vomitivamente con la producción de vacunas en contra de la más elemental cultura de la ética. Dice Ximo Puig que dejemos al margen los intereses geopolíticos. Implícitamente denuncia que esos intereses están encima de la mesa

Ha sido, de momento, la única voz que se ha escuchado en España a favor de la liberalización de las patentes de las vacunas. «Ante situaciones extraordinarias, se requieren actuaciones extraordinarias», ha hecho saber a las instituciones europeas el presidente valenciano. Y reflexiona sobre lo que todos, o casi todos, reflexionamos: ¿cómo puede la burocracia entorpecer una acción tan necesaria como la vacunación generalizada? ¿Cómo puede ser ético que el acceso a las vacunas dependa del poder económico de territorios o de intereses de los laboratorios?. Ximo Puig ha dicho lo que deberían decir el presidente del Gobierno español, el del francés, el del italiano, el del alemán... Nadie dice lo obvio: se está especulando vomitivamente con la producción de vacunas en contra de la más elemental cultura de la ética. Dice el presidente valenciano que dejemos al margen los intereses geopolíticos. Implícitamente denuncia que esos intereses están encima de la mesa.

Asistimos a espectáculos vergonzosos como robos de millones de dosis, privilegios personales para los que más tienen o más poder de decisión, en medio de una continuada guerra de información sobre el valor de unas marcas u otras. La humanidad asiste a un hecho desconocido en su historia: todas sus naciones, todas sus culturas, están afectadas por este virus cambiante que se resiste a morir por sí solo y que hace frente con descaro a cualquier ataque preparado por la ciencia. Para más confusión, grandes fortunas económicas que han descubierto el sabor del poder anuncian, cual profetas, que dentro de poco habrá un virus todavía más virulento, propiciando todo tipo de especulaciones. Si se juega a ser profeta no nos quejemos de que salgan profetas de la conspiración. Es terreno propicio para los que se fían más de informaciones de redes sociales que de informes científicos. Todo un totum revolutum en el que se llegan a utilizar las estadísticas para atacar o defender a un gobierno u otro.

Hace muchos años se armó una campaña contra un gobierno por el accidente de un petrolero, como si el gobierno tuviera la culpa del percance. De nada valía apelar a la racionalidad o al sentido común. La política, a veces, infecta las vísceras para perder el raciocinio. Con esta pandemia ha ocurrido lo mismo: unos y otros se culpan del aumento de casos, sin que las voces de la templanza y el sosiego tengan eco. Objetivo prioritario es alcanzar el poder. A fin de cuentas, el virus sobrepasa a todos. La mayoría han optado por salirse del terreno de juego.

Ximo Puig sobresale hoy en un país tan polarizado, como una voz templada. Habla con normalidad de la necesidad de la intervención decidida de los gobiernos ante el evidente poder de la industria farmacéutica. Y ante ese poder, o se imponen los Estados o caeremos en la degradación absoluta porque, efectivamente, el hombre es un lobo para el hombre. Pero me temo que esa voz de Ximo Puig será la que clame en medio de un desierto de compromisos éticos donde el poderoso caballero compra voluntades y en este caso, vidas.

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