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Julio Monreal

EL NORAY

Julio Monreal

Alternativas, por favor

El talento valenciano se escapa por falta de tejido productivo que le dé cobijo mientras desde la comodidad y la seguridad de sueldos públicos se teoriza sobre modelos que destruyen lo que hay y no crean nada

Alternativas, por favor Julio Monreal

La luz verde de Puertos del Estado a la ampliación del puerto de Valencia con una cuarta terminal de contenedores en su zona norte ha sacudido en las últimas horas los ánimos de los partidarios y de los detractores de este proyecto, formulado hace más de una década, realizado ya en la parte de los diques de abrigo y llamado a consolidar el recinto del Grao como un nodo interoceánico de mercancías.

Puertos, dependiente del Ministerio de Transportes que dirige el valenciano José Luis Ábalos, entiende que la Declaración de Impacto Ambiental (DIA) sobre la ampliación, aprobada en 2007, se mantiene en vigor y no ha caducado. Transición Ecológica, cartera liderada por la vicepresidenta Teresa Ribera, la misma que ha impulsado la primera ley contra el cambio climático en España, ha dejado en manos de las autoridades portuarias respectivas, entre ellas la de Valéncia, la responsabilidad final sobre las DIA que sean necesarias, otorgándoles el carácter de «autoridad sustantiva» en esta materia.

Así las cosas, el equipo que preside el catedrático Aurelio Martínez podrá culminar en las próximas semanas los procesos administrativos para continuar los trabajos de la terminal Norte, en la que los responsables portuarios invertirán 400 millones en rellenos e infraestructuras y la concesionaria elegida, TIL, aportará unos 1.100 millones y explotará el recinto durante 50 años. No es de extrañar, por tanto, que los principales representantes políticos, económicos y sociales hayan hecho pública su satisfacción por este paso después de una larga temporada de incertidumbres. Los partidos mayoritarios, PSPV-PSOE y PP, han respaldado el proyecto desde el primer momento, así como las organizaciones empresariales, sindicales y profesionales. Todos ellos subrayan que el puerto de Valencia no es un fin en sí mismo sino una herramienta en manos de las empresas valencianas (y españolas) para desarrollar una internacionalización que se ha demostrado más necesaria que nunca tras la crisis de 2008.

Hay sin embargo otras organizaciones que no comparten ni la letra ni el espíritu del proyecto portuario, entre las que destaca Compromís, cuarta fuerza política en la Comunitat, que combate activamente la ampliación desde la Conselleria de Transición Ecológica de Mireia Mollà o desde la Alcaldía de València que ostenta Joan Ribó, miembro del consejo de administración del puerto que ha votado ya en contra de la terminal Norte. Éste último, en una actitud de dudoso respeto institucional, ha acusado al Gobierno de España de «haberse lavado las manos, como Pilatos» y ha declarado solemnemente que no cuenten con él para la ampliación. No es nueva esta actitud de la primera autoridad municipal. Lo cierto es que hace tiempo que la actividad económica en la ciudad no cuenta con él, siempre predispuesto a rechazar cualquier iniciativa que implique empleo o desarrollo económico con apelaciones a la sostenibilidad o al modelo de ciudad.

Los últimos datos del paro (de marzo) reflejan que hay en España 3.949.640 desempleados y 743.628 trabajadores están en ERTEs. En la Comunitat Valenciana, las cifras se elevan 447.261 y 81.892, respectivamente, números que no deberían ser ignorados por quienes no facilitan una sola alternativa a quienes esperan y desean un trabajo para ejercer sus derechos plenos de ciudadanía y alcanzar una igualdad real que les saque de la cola de los bancos de alimentos.

Otro Joan, el catedrático de Geografía Humana Joan Romero, se ha distinguido también en el cuestionamiento activo de la ampliación del puerto de Valencia con argumentos como que convertiría la ciudad en una urbe «sucia», que solo crearía empleo en su fase constructiva, y que consolidaría un modelo logístico neoliberal de grandes barcos, inversiones inasumibles y un paisaje de contenedores. En un reciente artículo en el que defiende que «hay alternativas» a la ampliación, el profesor expresa su deseo de una ciudad sede de un hub tecnológico capaz de atraer talento sobre la base investigadora de «sus dos universidades». Por desgracia, y como sabe el catedrático Romero, las instituciones públicas no están creando ni facilitando ese ecosistema. Se espanta a los inversores; se espanta al turismo y sólo se logra atraer a miles de Erasmus por el sol y la fiesta barata. El talento valenciano se escapa por falta de tejido productivo que le dé cobijo mientras desde la comodidad y la seguridad de sueldos públicos se teoriza sobre modelos que destruyen lo que hay y no crean nada. ¿Por qué no puede ser el puerto la punta de lanza de ese hub tecnológico internacional junto a otros gigantes de la economía valenciana como Ford, Mercadona, Anecoop y otros? ¡Ah, es verdad, que al otro lado del mar está China, y eso no mola!

Epidemiólogos en la cola del pan

En la cola de la panadería no se habla de otra cosa: «Pues a mí si me llaman para ponerme la Moderna esa, que no me esperen». «Pues el primo de la cuñada de mi mujer se puso la Astracéneca y le estuvo doliendo la cabeza un mes. ¡Menos mal que no le dieron trombos de esos que dicen que da!» Algo se ha hecho mal con el asunto de las vacunas cuando se da lugar a que la gente de la calle hable de las diferentes marcas de inyectables como si fueran chocolates. ¿Sabe alguien alguna marca de la vacuna de la gripe que se suministra a millones de personas cada año? La sobreinformación lleva a la confusión, aunque algunos de los agentes vacunantes no han ayudado mucho a arrojar luz. El estudio clínico del vial de AstraZeneca (antes Oxford, próximamente Vaxzevria) parece hecho por Pepe Gotera y Otilio, según cierto catedrático de Salud Pública y consultor de la OMS. Se dejaron fuera del ensayo a la población de más de 55 años, que quedó inicialmente al margen de las inoculaciones, y el vial ha acabado limitado exclusiva y precisamente al personal de entre 60 y 69 años, una franja de edad en la que no se analizó su impacto. O se insufla confianza extra en el sistema o la vacuna entrará en terrenos pantanosos. La Agencia Europea del Medicamento valida los fármacos, lo mismo que los veterinarios dan luz verde a las carnes para consumo. Y si todo el mundo se pone a leer los prospectos o esas indicaciones de letra imposible en los productos de limpieza o en las bebidas uno solo puede meterse en la cama a esperar una muerte lenta y dolorosa.

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