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Martí

El urbanismo mágico

El último anuncio de la remodelación de Guillem de Castro incurre en el empacho de proyectos virtuales

El urbanismo mágico

La sutileza del buen urbanismo se pierde con la falta de perspectiva. La carrera de anuncios virtuales en espacios muy reconocidos desfonda hasta la ciudadanía más optimista. Lo último ha sido Guillem de Castro, pero llevamos unos cuantos deseos en 3D: el entorno de la Llotja, la plaza Ciudad de Brujas, la Reina, el Cabanyal e incluso el pomposo neonato barrio Turianova. Con tanta inflación de pantallazos el Rialto ofrece su ciudad improvisada en fascículos. La convergencia entre la ciencia informática y los estudios de arquitectura ha derivado en un videojuego a cuenta del cliente. Sin embargo entre esas figuraciones viven personas humanas y hay negocios, pero sobre todo una querencia sentimental. Exactamente la misma que se argumentó para oponerse a la ampliación de Blasco Ibáñez. A estas alturas del partido no espero coherencia, pero repugno el trilismo disfrazado de falsa ideología, así como el diferente trato entre barrios. Lo que no vale para El Cabanyal sirve para Ciutat Vella, mientras se ejerce el sibaritismo en Benimaclet, hacemos la vista gorda detrás de La Fe. Pero además hay una auténtica confusión de base que se remonta al Antiguo Egipto, porque las nuevas pirámides nunca se construyen encima de otras. Por eso la Seu sufrió a lo largo de siglos distintas aportaciones de estilos, pero ni al más ateo de nuestros ilustres vecinos, digo de don Vicent Blasco, se le pasó por la cabeza convertirla en un ateneo republicano, y mucho menos cambiar la trama del Cap i Casal a su medida. Por eso su atrevida ‘Nueva Valencia’ se la llevó al otro lado del Atlántico, al noreste de Argentina. Pragmático y listo.

Desorientados.

Sobre la anunciada reforma mágica de Guillem de Castro pasará igual que con los arcos chinos de Pelayo. El gobierno municipal se va a topar con la realidad. Suele pasar. En mi oficio era habitual ese chascarrillo con retranca que decía que la realidad no podía estropearte un buen titular. Por eso muchos compañeros se pasaron a la política. La información real sigue entre las calles, los parques, los bares y las tiendas. Salvem El Cabanyal fue una plataforma espontánea de vecinos indignados donde el fracasado plan urbanístico fue la gota que desbordó la inseguridad ciudadana, la insalubridad callejera, la falta de transporte público, el déficit de servicios y la arrogancia mezclada de prepotencia de Rita Barberá. Nadie de su partido se atrevió a avisarle del error, y eso que alguien tan poco sospechoso de bolivariano -aunque muy caribeño en otros asuntos- como Alfonso Rus, me confesó un día en su despacho de la Diputación, que por culpa del «.... de enfrente» y la «cabota» de Rita en El Cabanyal, el PP iba a perder las elecciones. Era el 2014 y fui a ver al entonces todopoderoso Rus por la venta del Valencia CF, que era la única presidencia que le ponía de verdad. Acertó el pronóstico. Por eso no me explico como los del Rialto han caído en los mismos parámetros, escampando la indignación vecinal por doquier, mientras que los dirigentes de los dos partidos de gobierno dicen en privado que la gestión del Ayuntamiento de València es una feria de vanidades. Incapaces de aprender de los errores que apearon al PP de su preciada alcaldía.

Menos informes y más agentes de proximidad

No seré yo quien ponga en duda el reciente informe de la Policía Local sobre la seguridad de la ciudad que señala la caída de hurtos. Pero sin ir más lejos el viernes al mediodía tropecé con media docena de agentes persiguiendo a un ladrón entre la esquina de Moratín y Sant Vicent. Comiendo en un conocido gastrobar de la zona, el propietario me explicó el descontento de los comerciantes de Ciutat Vella por la profusión de robos en los últimos días. Una cliente que estaba en la conversación contó como dos días antes le robaron el móvil a un amigo dentro incluso del local, y que gracias a la condición atlética de la víctima lo aplacó a los cien metros. La vuelta de turistas ha provocado la desescalada de los habituales carteristas, como era previsible, sin embargo me cuentan de la presencia de una pandilla más violenta que incluso roba el teléfono a transeúntes mientras están hablando. Y cuando pregunto por la solución, aseguran que faltan agentes de Proximidad que actúen como elementos disuasorios.

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