El PP nos obsequió ayer con dos nuevos ejemplos de su receta para comportamiento en tiempos de crisis. El más espeluznante fue el que deparó el presidente del partido, Pablo Casado, nada más y nada menos que desde la tribuna del Congreso de los Diputados. Allí sentenció que la guerra civil se produjo para poner orden en «una democracia sin ley» por parte de unos señores que defendían la «ley sin democracia». Pero es que en realidad, la guerra civil se produjo porque esos señores dieron un golpe de Estado, este sí, de verdad. Sus palabras son especialmente peligrosas si tenemos en cuenta que está sumido en una deriva de deslegitimización permanente del Gobierno, al que acusa, día sí y día también, de saltarse la ley y la Constitución. ¿Significa eso que también habrá que poner orden de alguna forma? El coqueteo de la dirigencia del PP con el golpe franquista y los sectores más reaccionarios del país -aunque ahora se reconozcan mejor en Vox- es un lastre que le impide, cada vez que tiene una ocasión de oro, renegar de toda la desgracia que aquel levantamiento militar supuso para la historia de España.
Y el otro ejemplo de la receta popular vino de la mano de la desfachatez de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso. Al igual que su mentora Esperanza Aguirre le montó durante años un chiringuito a Santiago Abascal, ella se lo ha organizado ahora a Toni Cantó. Ese mismo que lleva años desgañitándose con denuncias de los tinglados montados por las Administraciones públicas -de los que él también se benefició, por cierto, en tiempos de Rita Barberá con aquel festival de artes escénicas llamado Valencia Escena Oberta- y contra la corrupción del partido que ahora le cobija. Todo parece seguir su curso natural y quizás en un futuro no muy lejano el veterano actor termine su recorrido político más a la derecha junto a quien confesaba en una entrevista en 2017 que «voy siempre armado con una Smith & Wesson».
