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"Trapped", en Netflix

Islandia tiene poco más de 360.000 habitantes. «Trapped» (Netflix) es uno de los mejores policíacos de la plataforma. Solo dos temporadas han bastado para apreciar la capacidad productora nórdica. Creada por Baltasar Kormákur para RVK Studios cuenta con la colaboración de la corporación pública danesa DR y el canal público alemán ZDF, y la tercera entrega está prevista para el año que viene. El descubrimiento de un cadáver mutilado en un pueblo remoto en un fiordo de la costa oeste, tras la llegada de un transbordador de Dinamarca, desata una trama donde se mezclan el comercio ilegal de personas, el odio heredado entre generaciones de cualquier lugar pequeño y las pasiones humanas globales. Destaca la interpretación del protagonista, el gigantón Ólafur Darri Ólafsson en el papel de Andri Olafsson, jefe de la policía de Seyðisfjörður. Los paisajes helados y alguna de las tramas familiares recuerdan a la mítica «Fargo», que envejece muy bien.

Israel no llega a los nueve millones de habitantes. «Possessions» (Filmin) es una miniserie franco-israelí con lo mejor del thriller psicológico del momento que se infunde en el folclore judío con tintes sobrenaturales. La historia dirigida por Thomas Vincent («Bodyguard»), arranca con la boda de Natalie (Nadia Tereszkiewicz), una joven francesa expatriada en Israel, con Eran (Imri Biton); un enlace al que la madre la novia se opone. En el momento de cortar el pastel nupcial, las luces se apagan. Al encenderse, se ilumina el fatídico crimen: el novio yace muerto en el suelo, con la garganta rasgada. Ella, ensangrentada, sujeta el cuchillo, perpleja. Es la primera escena del primer capítulo de los seis. A partir de ahí la investigación policial se entremezcla con las difíciles relaciones diplomáticas de Israel, cuando Karim (Reda Kateb), un diplomático del consulado francés, se obsesiona con el caso y emprende una búsqueda insaciable por descubrir si Natalie es víctima o verdugo.

Glaciares nórdicos y bodas de sangre en la Tierra Prometida, dos producciones sin la parafernalia habitual que triunfan en sus respectivas plataformas, y que han conseguido millones de espectadores. La tecnología hace posible que el talento sea global, solo se necesita que alguien impulse la industria audiovisual con criterio, y en determinados países solo es posible con la ayuda de los consorcios públicos. Por si no lo saben, no hay ninguna producción valenciana en un catálogo internacional y eso que estamos en pleno Año Berlanga.

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