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A vuelapluma

Alfons Garcia

Los números y la fe

Lo peor que le puede pasar al debate de la financiación es que derive en una cuestión de fe. Y de eso hay bastante estos días, de que hay que creerse que la propuesta del Ministerio de Hacienda va a ser positiva. O lo contrario, de que perjudicará a la C. Valenciana. Como si fuera aquello de creer en Dios o Lenin que se decía antes de los que muros del comunismo cayeran por su propio peso. Cuestión de fe. O de ideología. Si es que hay diferencias.

La lógica dice que no puede ser que se reforme el sistema de financiación porque es injusto y que salgamos perdiendo con el nuevo reparto. Escapa de toda razón. Tampoco va en la línea de lo que la ministra ha expresado ni de su posición cuando era consejera en Andalucía. MJ Montero sabe de qué va esta historia. No se puede apelar al desconocimiento para aplicar la máxima lampedusiana: que todo cambie para que todo siga igual. Por tanto, de esta empresa no saldremos con menos dinero. Pero una cosa es que avancemos y otra es que se pueda decir adiós a la infrafinanciación.

Ha tenido que venir Fedea a levantarnos las antenas. A partir de ese movimiento de peón blanco han empezado a aparecer cifras, que costaban más de la cuenta. Y la oscuridad solo favorece las especulaciones y los actos de fe, deberían saber todos ya.

Sin alarmismos ni exageraciones, la conclusión de los números de Fedea es que, si solo se aplicara la componente de población ajustada (como le gustaría al Consell, para evitar las distorsiones actuales), la C. Valenciana mejoraría en ingresos, pero podría seguir siendo la última de la cola entre las autonomías. Recibir más dinero para seguir siendo el farolillo rojo, sin alcanzar la media española e infrafinanciados de nuevo, es una manera de perder. Sería una derrota colectiva imperdonable. Y que dejaría la credibilidad del Consell (de la parte socialista, principalmente), muy tocada. O el ministerio incluye fondos adicionales que favorezcan esta vez a la C. Valenciana o se retocan los factores para que el resultado de la ecuación no vuelva a ser injusto con los maltratados.

Queda partida, es verdad. Pero de momento, la unidad anhelada no ha de fundamentarse en exigencias de fe, sino en claridad en los números y los argumentos.

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