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Esquivel

Lo único cristalino

El rey emérito durante el partido de Rafa Nadal en Abu Dabi.

Flipé con la entrada del emérito al palco del recinto deportivo, poseedor de un aspecto difícil de imaginar: se le veía más en forma que a Rafa Nadal, sensación que los resultados se encargaron de confirmar. Ni cachava ni ayuda de ningún tipo al contrario de cuando pisaba territorio aborigen y ataviado con un terno primaveral, otra de las ventajas de residir en Oriente que es de donde antes partían por estas fechas los reyes pero en este caso, con tanto cortejo a sus espaldas, no sabemos de qué remanente dispone tras todo lo que ha repartido ya. Si debe encontrarse en forma que, según ha publicado el colega de esta tierra Manuel Cerdán, no solo se arrepiente de la huida sino hasta de haber abdicado. Pero, por Dios, ¿qué vacuna es la que le han suministrado a su majestad? ¿No hay forma de que nos pongan una toma de esa al menos? Es que perder el sentido de la realidad tal como se presenta el puñetero no está pagado con nada. La prueba de la diferencia sideral entre la realeza y el resto del paisanaje es que a nosotros, para disputar el partido que no acaba nunca contra el bicho, nos han colocado el mismo día del sorteo la conferencia de la Moncloa con el ramillete casi completo de barandas autonómicos a fin de estudiar qué decidir con los «passing shot» que nos siguen entrando, después de que la reina del chotis recalcase lo autosuficientes que se sienten y de que el gobierno catalán se haya puesto sorprendentemente estricto dada su forma secular de actuar. Lo único cristalino, pues, es que en esta ocasión aumenta la dificultad de que nos toque la lotería. Con que caiga en nuestras manos un test de antígenos nos conformamos y eso que su fiabilidad se halla al parecer en entredicho. Pero la gente se ha vuelto loca con razón y ha agotado existencias. La verdad es que vuelves a ver asomarse a Miguel Bosé por la pantalla y todo lo que te arrimes al cuerpo parece poco. Qué tiempos aquellos en que lo que se buscaba era besugo. Y hoy, sin siquiera pensar en comprarlo, acabas de espinas hasta el moño.

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