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alberto soldado

VA DE BO

Alberto Soldado

Héroes y villanos

Asistimos en estos tiempos a un hecho desconocido en la historia, al menos en la historia reciente: cuesta más el transporte que la producción. Ni siquiera en la famosa crisis del petróleo del 73 se vivió una situación semejante. La televisión franquista de la época intentaba animar a las gentes a que compartieran vehículo. Veías a cinco hombres sonrientes, como si la cosa fuese de lo más normal, saludándose antes de subir a un mismo coche Seat 124 para ir al trabajo. Ahora algunos altos dignatarios, proponen, tras sesudos cavileos, que no se use el automóvil un par de días a la semana y otros que bajemos los grados de la calefacción.

Conviene recordar que la mitad de los noventa euros que usted se deja en la estación de servicio o en el recibo de la luz son para el Estado, que somos todos, se supone. Así es que en realidad usted no tiene motivos para alarmarse. De una u otra forma cuando llene su depósito, haga el favor de tranquilizarse y no actúe como un extremista de derechas, como un camionero cualquiera. Piense que ese dinero que pagamos al instante lo recuperará en servicios sociales, en una mejor educación en inglés para sus hijos, en atención sanitaria, aunque sea telefónica, o en subvencionar estudios sobre opciones sexuales o teorías queer, que es algo que hay que buscar en Google y que lleva de cabeza a millones de españoles y españolas. De hecho en el Bar Los Gemelos de mi pueblo, esta mañana, lo he podido comprobar, no se habla de otra cosa. Todos andan preocupados por su deconstrucción sexual.

Paran los pescadores que surten de sabrosas lubinas y rodaballos; paran los agricultores que cultivan frutas y cereales para que no falte el pan nuestro de cada día, ese que pedimos en oración rutinaria aunque ahora caigamos en la cuenta de que, efectivamente, hay que recurrir a la fe para no perder la esperanza de comer cada día; paran los camioneros, que al grito de «movemos el mundo» recuerdan que hace cuatro días, con la pandemia, eran héroes y ahora vulgares villanos ultras dispuestos a deteriorar la imagen del gobierno...

Sánchez ya ha anunciado que estudiará bajar los impuestos al combustible a partir del día 29. Seguramente la libreta de ahorros del Gobierno anda en números rojos y hasta que no cobre la nómina trimestral no puede estudiar nada. Tengamos paciencia.

Usted, obligado socio de esta anónima sociedad regida por los principios inalterables del Movimiento Liberal, todavía no es consciente del papel benefactor de quienes gestionan sus dineros. Si usted trabaja medio año para pagar pensiones, funcionarios, políticos, asesores, subvenciones y médicos que diagnostican por teléfono; si usted, que paga más por el concejal de deportes de su pueblo que por el médico de la seguridad social fuera consciente de que ese Estado vela por su bienestar y su futuro, trabajaría para pagar impuestos no seis, sino nueve de los doce meses del año. Déjese llevar por los que saben, entienda que nadie mejor que el Gobierno para distribuir con justicia equitativa el jornal que usted gana con el sudor de su frente.

Escuche con atención lo que dicen las televisiones y piense que a fin de cuentas se inventaron para entretenerse. Deje de hacer caso a especulaciones y mentiras de los desestabilizadores. No sea como aquel viejo y digno hidalgo de Bienvenido Mr. Marshall que se preguntaba quién pagaba la fiesta y cuestionaba el discurso de Manolo Morán desde el balcón municipal de Villar del Río animando a recibir con entusiasmo a los norteamericanos. Ya se encargó Pepe Isbert de neutralizarlo: éste se enfada por todo… Ya se encargaría la autoridad de convencer al pueblo porque aquí los que saben son los que mandan, que para eso han sido elegidos. A usted nadie le dijo que mandan porque son los que saben. Ellos, como retrató Berlanga, se encargarán de preparar las mesas donde usted pedirá lo que quiera… porque ellos tienen muy claro que hay dos personas: el individuo abajo, el Estado arriba. Y no se le ocurra pensar que usted es esclavo de quienes sin producir se atribuyen, con dos cojones, el poder de vaciarle los bolsillos. Héroes unos y villanos otros.

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