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alberto soldado

Tribuna

Alberto Soldado

Abrir puertas a la esperanza

La final de la Lliga Professional d’ Escala i Corda se juega en Pelayo, el recinto con siglo y medio de vida que ha consagrado a los grandes de este deporte, desde los tiempos del Tramusser. Es una de las grandes citas del año. Juegan Puchol de Vinalesa, Santi de Finestrat y Carlos de Genovés contra Giner de Murla, Tomás de Xaló y Héctor de la Vall de Laguart. Resaltamos la procedencia de cada uno de ellos porque en ese detalle se concentra lo más importante: emociones, historia, semillas que fructifican y esperanza de futuro. Puchol, el número uno del momento llega desde Vinalesa, pueblo señero en l’ Horta de València, hijo de un grande que alcanzó la gloria en trinquetes, calles y frontones. Nieto de un impulsor del club local. Juega acompañado de un hijo de Finestrat, que se formó en la empinada calle donde se juega a Llargues, - él comenzó en la competición de esta especialidad- para escalar a los primeros lugares del profesionalismo gracias a su portentosa volea. Completa el trío, Carlos de Genovés, patria de un sinfín de figuras desde los tiempos del Tio Tonet, hijo de una figura en la época dorada de Genovés, Sarasol, Oltra o Pigat, entre otros muchos. Trío que representa al ayuntamiento de La Pobla de Vallbona, en el Camp de Túria. Frente a ellos, Giner de Murla, la patria del Nel, de Tonico o de Jan, su padre. Giner ha llegado para aportar carisma y exquisita calidad acompañada de un genio especial para afrontar las más duras pruebas. Esta final puede consagrarlo. Juega acompañado de Tomás de Xaló, el pueblo al que le cabe el honor de tener un hijo emigrante en Argentina que levantó en el centro de San Juan el primer y único trinquet construido fuera de tierras valencianas. Tomás es la inteligencia y el criterio en cada golpe. Completa la formación un hijo de La Vall de Laguart, enclave donde resiste con fuerza el Joc a Llargues y de donde es natural una gran figura como Malia. Un trio que representa a Pedreguer y que se convierte en la representación de una comarca señera,”madre del Joc de Pilota”, según palabras de Rovellet: La Marina, así, sin adverbios, como siempre fue en el recuerdo más lejano.

Esta final muestra la fuerza de esas emociones acumuladas desde niños en sus protagonistas, pues todos ellos han crecido sumergidos en el amor a este deporte entre familiares y vecinos. Esta final consagra a nuevos relatores de la mejor historia de este deporte en poblaciones cargadas de historia. Esta final es el fruto de las semillas plantadas hace años por el trabajo de los clubes que ayudaron a formar a casi todos los protagonistas. Y esta final es siembra de esperanza, prueba de que, por encima de crisis, de dificultades o indiferencias, el Joc de Pilota mantiene sus raíces profundas que garantizan larga vida aunque poca gente se preocupe de alimentarlas. Pelayo, con siglo y medio a cuestas, abre las puertas a la esperanza.

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