Es domingo por la tarde y observo a un guía turístico a las puertas de las Torres de Serranos rodeado de viajeros. Pego la oreja y, para mi sorpresa, a modo de introducción a la historia del monumento, habla de «el caloret» de Rita Barberá en su última Cridà. Me hubiera parecido una forma ingeniosa de atraer la atención del grupo si a continuación hubiese hecho mención al cuarto de siglo que gobernó. Pero no hubo tal. Porque al margen de ideologías e inclinaciones políticas, uno no puede pasar por alto el cambio que Valencia experimentó de su mano, aunque podría esgrimirse que era inherente al largo gobierno.

El caso es que el nombre de Rita Barberá vuelve a estar ahora en los papeles, seis años después de su muerte, por el caso Azud. Figura relevante en este escabroso asunto es el ya exsíndic y exvicesecretario del PSPV-PSOE Manolo Mata. 

Conocí a Mata hace treinta años, cuando era concejal de Valencia. Ya entonces poseía un aire distinto al resto. Tal vez por esa forma diferente de entender la política no tuvo reparos en saltarse la consabida frase del ‘respeto a la independencia del poder judicial’, como hizo el propio presidente de la Generalitat, y rompió una lanza en favor de una acorralada Mónica Oltra.

Con su marcha, Ximo Puig ha perdido un referente en su equipo, pero también es un alivio, ya que difícilmente podría justificarse su labor en Les Corts con la defensa del empresario Jaime Febrer, uno de los presuntos cabecillas de la trama de Azud. 

El caso salpica tanto a populares como a socialistas, y Mata es el hombre indicado para arremangarse y tratar de salvar lo salvable del naufragio. Es un abogado experimentado y político respetado, lo que da a los socialistas una ventaja en este asunto frente a los populares, que carecen de una figura similar.

El archivo del caso del ‘pitufeo’ que mancilló y apartó prematuramente a medio centenar de cargos populares de la ciudad de Valencia pudo haber devuelto parte del fulgor a la que se llamó en su día «alcaldesa de España». No será así, al menos por ahora. Azud y las presuntas conexiones con la familia Barberá y con su lugarteniente, Alfonso Grau, vuelven a oscurecer su imagen.

En los próximos meses volveremos a escuchar el nombre de Rita Barberá y no precisamente para rendirle honores con una calle o dedicarle un puente. ¿Qué dirá el guía de las Torres de Serranos a los turistas dentro, pongamos, de un lustro? Volveré a pegar la oreja.