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Juan Lagardera

NO HAGAN OLAS

Juan Lagardera

Andalusíes

Puede que Andalucía sea la tierra más trufada de tópicos. Tan es así que, a pesar de su variada idiosincrasia, son sus imágenes simbólicas las que más han marcado las esencias de España. Desde la Carmen de Mérimée que construye la visión francesa de un romanticismo español dominado por la pasión (y el sexo), hasta la versión folklórica light que el franquismo desató con Lola Flores o Carmen Sevilla por sus incipientes medios audiovisuales.

Pero la mitomanía andaluza no solo se viste de faralaes. La República cantó boleros y coplas, españoleando con la música de letras de origen andaluz por bandera, al mismo tiempo que Lorca establecía el marco dramático para desmitificar el que tanto éxito había tenido con la obra teatral de los hermanos Álvarez Quintero dedicada al señoritismo sureño, la misma visión alegre que cabreó a los hermanos sevillanos por antonomasia, los Machado, convertidos al final de su trayectoria en héroes respectivos de cada uno de esos dos bandos que atenazan de siempre a los españoles: Manuel se fue con los joseantonianos y Antonio se dejó llevar por la amistad prosoviética.

Todo esto y aún más juega hoy en las elecciones andaluzas. Porque, como dice el demoscópico Narciso Michavila, en Andalucía suelen producirse grandes sorpresas electorales, más por el fallo de las encuestas que por la existencia de voto oculto. Según este reconocido sociólogo, los andaluces suelen tener las cosas claras y apenas se muestran timoratos frente a las preguntas de los analistas. Lo que vuelve complejas las elecciones de hoy y augura resultados inesperados, es la existencia de ofertas duplicadas y hasta triplicadas en un mismo segmento ideológico, además de un evidente corrimiento político.

Las duplicidades que provocan trasvases de votos y debilitan la fidelidad a un único partido, se dan, en efecto, en el ámbito de la derecha entre Vox y el PP, pero también en el centro, ahora sin el colchón de Ciudadanos, entre el aire moderado de Juanma Moreno y el pragmatismo del socialista Juan Espadas, más aparatista que radical. Ambos llevan más de veinte años en cargos políticos o afines, auténticos maratonianos de la política. Y el mismo fenómeno concurrente se produce en la izquierda, donde el PSOE compite con la escisión andalucista-gaditana de Teresa Rodríguez y con la renovada apuesta de Yolanda Díaz que disuelve a Podemos e Izquierda Unida en un frente amplio de partidos minoritarios.

Ante este nutrido programa electoral, los expertos nos recuerdan que en las andaluzas se han producido muchos fenómenos inesperados y con repercusiones nacionales. En los anteriores comicios (2018) se dio visibilidad a Vox con la entrada de doce diputados ultras en el parlamento regional. Los Remedios sevillanos y El Ejido anti-inmigrantes fueron señalados como focos de la nueva fantasmagoría política que, bien pronto, se expandió por el resto del país. Cuatro años antes, también fueron los votos andaluces los que dieron la bienvenida a Ciudadanos a la política española, tras su larga travesía contra el independentismo catalán.

Frente a la persistencia de sus mitos, las tensiones andaluzas resultan de carácter múltiple, de ahí que sorprenda tanto que el sur se aleje de sus propios tópicos. Hay tirantez entre señoritos y jornaleros, desde luego, pero también entre los pueblos y las ciudades, entre Sevilla y Andalucía Oriental, de la cantonal Almería con todo el resto como ocurrió cuando el referéndum de 1980, del sincero y leal españolismo andaluz –de izquierdas y de derechas– con los independentismos a pesar de que Andalucía acoge a un considerable número de peñas del Barça… Hay competencia entre los aceituneros de Jaén y los de la cordobesa Subbética, de Málaga con Marbella, de los nuevos museos malagueños con el CAAC sevillano, de cristianos con moriscos en la misma Granada, del tropicalismo motrileño con la cultura alpina de la Sierra Nevada, del jamón de Huelva ante el de los Pedroches, del Betis con el Sevilla, de las mujeres de carácter frente al machismo rampante del hombre del sur, de trabajadores que aspiran al subsidio y no entienden a los empresarios que luchan contra el tópico de la holgazanería sempiterna, del gazpacho ante el salmorejo, de gitanos con payos, de ricos y pobres… angustias e incertidumbres como las que vivieron los hermanos Machado…

Sea como sea, Andalucía va a ser a partir de este domingo un libro abierto para la política española inmediata. Influirá en el camino de Núñez Feijóo hacia la Moncloa, al mismo tiempo que alumbrará las posibilidades de las diversas izquierdas y determinará el techo de Vox. Andalucía fue un largo interregno socialista por el poderoso efecto del felipismo, al que sucedió un complejo sistema de clientelismo alimentado con fondos públicos que ya se ha dado por concluso. Andalucía vuelve pues a sus naturalezas diversas. La influencia de sus elecciones, además, será también directa sobre el futuro político valenciano. Desde la Generalitat se va a seguir muy de cerca lo que pase en el Palacio de San Telmo.

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