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alberto soldado

Va de bo

Alberto Soldado

Indíbil, Mandonio, Vinatea y Puigdemont

En la escuela del pueblo, tiempos de la enciclopedia Álvarez , además de recordar que España aportó a Roma tres emperadores de la talla de Trajano, Adriano y Teodosio, nos recordaban las heroicidades de Indíbil y Mandonio, guerreros íberos que pelearon nada más y nada menos que contra Escipión, al que plantaron cara en defensa de la independencia de los reinos de los ilergetas y de los ausetanos que ocupaban buena parte de las tierras del noreste peninsular. Aquella enciclopedia los presentaba como primeros héroes de la independencia de España, anteriores a Viriato. Ahora han acabado convirtiéndose en los primeros defensores de la independencia de Catalunya. En la escultura que se levanta en Lleida aparece Indíbil con un mano derecha sujetando unas cadenas rotas. ¿Quién no se emociona con ese simbolismo en favor de la independencia? Se emocionaba el alcalde franquista que en 1946 colocó la escultura y se sigue emocionando el alcalde nacionalista actual. El nacionalismo es muy emocional y no mira colores.

Aquella enciclopedia, la del primer grado, también nos hablaba del lusitano Viriato. La Lusitania romana era mucho más que el actual Portugal y tenía su capital en Mérida. Viriato está olvidado en los libros de texto castellanos mientras goza de un merecido prestigio en Portugal como ejemplo de lucha contra el invasor romano. En la España actual a nadie se le ocurriría gastarse un euro en una estatua en su recuerdo. Otra cosa sería si se propusiera una en honor a sus capitanes Audaz, Ditalcon y Minuro, los primeros traidores en la lucha por la unidad de la patria de entonces. Detrás de aquella traición estuvo el poderoso caballero. Más o menos como ahora.

Total que cada nación construye la historia a su antojo. El nacionalismo español de aquella enciclopedia de los años sesenta nos recordaba la traición de los capitanes de Viriato sin la cual a saber qué hubiera sido del Imperio Romano. Aquella enciclopedia ocultaba que Indíbil y Mandonio, sin saberlo, estaban gestando la siempre gloriosa historia de Catalunya. Sí sabemos que eran más valientes que Puigdemont. No sabemos si se entenderían en latín con los emisarios de Escipión pues no falta quien dice que su idioma estaría más cercano al euskera. Quizás en aquellos tiempos ya había cierta alianza entre vascones y ausetanos. O sea, la cosa de los nacionalismos viene de muy lejos. Porque a ver, ¿qué les importaba a Indíbil y Mandonio meterse con unas gentes que al final acabaron implantando el latín, madre del provenzal y del catalán, idioma por el que millones de personas se desviven cada día?

Bien pensando aquellos legendarios guerreros fueron incapaces de entender el progreso que venía a ofrecer Roma, en agricultura, comercio, vías de comunicación, y hasta vestimentas. Se dejaron llevar por el sentimiento o el afán de poder. Sin embargo, erre que erre, hay quienes hoy reivindican el progresismo desde las cuevas neardentalenses. Cosa muy propia de hispanos, indígenas o mestizos. Menos mal que en Valencia «tenim un poc de trellat» y no comenzamos a escarbar entre edetanos y contestanos para descubrir algún guerrero precursor de nuestras libertades. Y es que «som uns meninfots». Incluso retiramos la estatua de Vinatea porque, la verdad, no hay ni cuatro gatos que sepan algo de él, ni que tengan ningún interés en saberlo. Como para preocuparse de Vinatea, su estatua y su azarosa vida, conforme está el recibo de la luz. Mejor sería que pusieran una estatua dedicada a las amas de casa. O amos.

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