El estigma se define como un fuerte sentimiento de desaprobación que tiene la mayoría de las personas en la sociedad sobre algo. Es la etiqueta negativa que se le asigna a un grupo, minoría étnica o personas con ciertas enfermedades. Tiene como elementos la ignorancia, el prejuicio y una conducta discriminatoria. Según datos de la Confederación Salud Mental España publicado el 29/09/2022 un 55% de las personas afectadas han sufrido o sufren situaciones de discriminación. La forma en la que la sociedad retrata los problemas de salud mental influye en la creación de los estigmas. Debido a esto, muchas personas que sufren de salud mental no buscan la ayuda adecuada y temen ser diagnosticadas, ya que quieren escapar de las etiquetas relacionadas con locura, enfermedad y peligrosidad.
El estigma deteriora la calidad de vida de la persona, afectando negativamente las oportunidades de educación o laborales, perturbando la vida en familia, obstaculiza los esfuerzos de rehabilitación y debilita la red social de apoyo. Hay un mayor impacto del estigma en la dificultad para conseguir o mantener un trabajo seguido del aislamiento social.
La pandemia del Covid-19 ha impulsado la visibilización de la salud mental en los medios de comunicación. Personas conocidas han hablado sobre ello abiertamente y este hecho supone una gran ayuda. Mientras se habla más y la gente se concientiza, el estigma con respecto a la salud mental disminuye.
El testimonio en primera persona es el gran cambio, el mayor paso para luchar contra el estigma.
Qué nos queda por hacer
Los ámbitos en los que aún tenemos que realizar cambios profundos son en las áreas de Medios de comunicación, y Sensibilización y también en el de Inserción Laboral.
La cobertura mediática sobre las enfermedades mentales tiende a ser representadas de forma más negativa. En televisión, series y noticias nos damos cuenta de que se retrata a las personas con problemas de salud mental de manera errónea; como personas violentas, agresivas y peligrosas cuando se ha demostrado que estas personas son más vulnerables a ser victimas de violencia y otros tipos de delito.
La manera más efectiva de eliminar estigmas es comenzar la sensibilización y psicoeducación en la sociedad. Visibilizando la iniciativa de asistir a un/a profesional de la salud mental con nuestro entorno mas cercano. Reforzando la idea de lo positivo que puede ser buscar ayuda para tratar cualquier dificultad, problema o trastorno. También es vital no emitir juicios o preguntas incómodas que eviten hablar de la experiencia en acudir a tratamiento por temor a sentirse juzgadas. Evitemos un lenguaje que mantenga prejuicios al describirla según su diagnóstico «Es depresivo/a», «Es bipolar». Hablemos de las experiencias y cualidades como persona y no de los síntomas.
Se puede combatir el estigma a través de las campañas de concienciación en medios de comunicación, charlas en centros educativos o instituciones, crear campañas en redes sociales sobre la importancia de la salud mental mientras normalizamos el asistir a terapia.
Con respecto al empleo, el colectivo de personas afectadas por un trastorno mental es el menos integrado de todos con una tasa de empleo del 17,1% en 2020. Enfocándonos en el TMG (Esquizofrenia, Trastorno Bipolar, Depresión profunda, Trastorno personalidad) existe 4% de personas afectadas de forma directa y añadiendo a familiares-cuidadores llegamos al 10%. Es urgente actuar sobre aquellos elementos que influyen en esta baja incorporación como es el desconocimiento y el estigma, ambos relacionados. Para este colectivo el empleo es una actividad más rehabilitadora que para otros, habiéndose comprobado que en la mayoría se reducen los síntomas, ingresos hospitalarios y la medicación, con lo que mejora también la situación de los cuidadores y cuidadoras. ¡Demasiadas personas para tenerlas estigmatizadas; Sin inserción laboral es muy difícil llegar a la inserción social!
