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Valores y democracia

Pilar Bernabé

Pilar Bernabé

Dice la filósofa valenciana y catedrática emérita de Filosofía Moral y Política de la Universitat de València, Adela Cortina, que la democracia es el régimen político más justo y positivo. Sus palabras, en el día en que celebramos las más de cuatro décadas del sí de la ciudadanía española a la ley fundamental de nuestro Estado, reflejan el espíritu que alumbró la Carta Magna aquel miércoles 6 de diciembre de 1978.

La justicia social, la igualdad, la libertad, el pluralismo y la concordia fueron las bases sobre las que se asentó la ley de rango superior a las otras leyes. Una norma que abrió la puerta a los aires renovadores de cambio que ventilaron la cargada atmósfera carpetovetónica de cuarenta años de dictadura. Una Constitución que auguraba un futuro pleno, y largamente esperado, de derechos y libertades.

El tiempo ha demostrado que la construcción de la nueva sociedad española democrática fue un proceso digno de los orfebres políticos más delicados. Y que la generosidad y el acuerdo fueron sus herramientas más preciadas.

Hoy, cuarenta y cuatro años después, España presume con orgullo tener una de las democracias más avanzadas y modernas del mundo en la que siguen vigentes la concordia y la cultura del pacto, con el objetivo único que ha de mover a cualquier gobierno progresista y democrático: el bien de la mayoría, el de la masa social que representan las familias, las clases medias trabajadoras y las personas más vulnerables.

Tras este progreso, los valores universales de la Constitución permanecen siempre omnipresentes como el resorte que en su día activó la transformación de un sistema económico precario. Valores que ahora son garantes del Estado del Bienestar, del escudo social de protección a las personas en un marco de incertidumbre resultante de la pandemia y de la invasión de Rusia a Ucrania.

Valores que marcan la agenda política: el empleo, la sostenibilidad medioambiental y la justicia social. Precisamente hace unos días el president Ximo Puig recordaba la herencia de un gran referente socialdemócrata, Willy Brandt. E insistía en la importancia de aunar respuestas ante los grandes desafíos del futuro, con la socialdemocracia como “reencarnación de una nueva esperanza”.

Y es en el contexto actual de polarización política y de crispación, esa que hace del insulto más zafio su ariete, cuando los valores de nuestra norma fundamental son más esenciales. Porque nos interpelan directamente a quienes tenemos responsabilidades políticas. Porque nos recuerdan el compromiso adquirido con la Constitución y el cumplimiento de sus principios. Porque la libertad, la igualdad, la justicia y la dignidad no son meras palabras producto de juntar letras al azar.

Fue también aquella Constitución de 1978 la que alumbró el Estado de las Autonomías. Y es de justicia recordarlo justo en el año en que l’Estatut d’Autonomia de la Comunitat Valenciana cumple cuarenta años. El gobierno progresista de aquel entonces creyó en el despliegue del autogobierno. Y el gobierno progresista de hoy apuesta por la escucha activa de las comunidades autónomas para continuar con el desarrollo de una política autonomista moderna, que ha de tener presente las necesidades de los territorios que integran nuestro país.

Es momento de mirar adelante, de seguir levantando nuestra sociedad a través de los valores inculcados por nuestra Constitución. Propongo que centremos el foco en el modelo de democracia deliberativa que propone Adela Cortina: aquella que surge de generar una voluntad común en torno a principios básicos de justicia, los que distinguen entre lo justo y lo bueno. Porque a lo bueno se invita y lo justo, como los valores democráticos, se exige.